jueves, julio 29, 2010

Luis Muller, pulso firme para una tarea de precisión

“El piano fue, sin duda, el hijo de una mente maravillosa”. Con esa frase, Luis Muller se prepara antes de iniciar su rutina. Con un celo increíble extiende sus herramientas antes, las revisa una a una y analiza los pasos a seguir. Observa de lejos a su paciente y poco a poco comienza a descubrir lo que para él es un mundo maravilloso, muchas veces ignorado por quienes son dueños de un piano. Seguro de que durante mil años más seguirá existiendo, la perfección de este instrumento no lo abruma.

Texto y fotos por Hans Graf




Este caraqueño que vive en Caricuao conoce el valor de la constancia como herramienta de trabajo en un oficio poco conocido. Una a una va desmontando las piezas con extremo cuidado. La tapa frontal que cede ante el destornillador queda a un lado. La mano segura deja al descubierto un cruce de cuerdas, madera, hierro forjado y bronce. Las entrañas mismas del mágico acto musical. “Es el alma lo que le da vida. Estos son los órganos”, dice al tiempo que completa el proceso de dejar al aire la intimidad mecánica de aquel instrumento. No hay tonos metálicos, ni dulces, ni fuertes que se resistan a la aguda observación de un técnico en afinación. Son miles de piezas que ceden su encanto artesanal a la precisión tecnológica y al agudo sentido que se desarrolla en esta profesión. Un ensamble magistral cabe como definición para este instrumento: “es placentero”, dice Muller.

En su profesión, tocar el piano y robarle una melodía a las teclas no es un imperativo. De hecho, no toca ni siquiera “los pollitos”, pero eso no le impide apreciar aquella obra suprema de la mente humana en su totalidad. “El sonido que de aquí salga es una maravilla”, asegura Luis, y con su manual mental repasa cada paso, se concentra al momento de ajustar cada una de las clavijas, cuerdas y teclas para lograr el trabajo perfecto. Las predilecciones por los pianos alemanes, ingleses, checos y demás europeos se fundamenta en que estos tienen “un sonido más dulce, aterciopelado”, aunque no por ello deja de reconocer las legendarias marcas americanas y japonesas, todas ellas referidas en un grueso manual lleno de datos técnicos y numeritos que permiten rastrear con precisión el año de construcción, lugar e incluso determinar la cantidad de ejemplares fabricados de un determinado modelo.

El traqueteo seco que registra el osciloscopio varía. Este sencillo instrumento, que parece más bien un antiguo radar o un vetusto marcapasos, mide la tensión de las cuerdas del piano. Tras dos horas de ardua labor, uno a uno los sonidos parecen convencerlo finalmente. No utiliza más que sus utensilios y su ingenio. La afinación de oído la pueden practicar pocos en el mundo y no necesariamente resulta la más idónea. El término lutier tampoco encaja con su profesión y, tras 22 años en el negocio, sabe que pertenece a un reducido grupo de artesanos (con alto nivel de tecnificación) que asumen en las sombras el reto de poner a tono los pianos para el deleite del público de los grandes maestros.




Simon Díaz, Juan Vicente Torrealba y Aldemaro Romero, entre otros músicos, han sido testigos de la meticulosidad de este personaje caraqueño tan exclusivo y anónimo. Una herencia en atención al cliente que le ha permitido sentarse ante los pianos de los ricos y famosos de la capital, aunque muchos de estos utilicen tan sublime instrumento para colocar retratos familiares. No está sólo y reconoce que, aunque pocas familias se dedican al oficio, existe solidaridad entre ellas.

Los golpes ya refinados tras ajustar las cuerdas dan forma a las melodías. Cada quien trabaja según su estilo. Ir del centro a la derecha del piano hacia los tonos agudos y luego a la izquierda para los bajos, depende en buena medida del técnico e incluso de las condiciones del piano. Se distribuye la presión de las cuerdas, se hace un trabajo uniforme y poco a poco se logra el objetivo. Las leyes de la física son una referencia obligada en este trabajo para lograr la tensión perfecta.

La labor artesanal es parte de su vida. En el campo existe espacio para hacer cosas originales. Piezas que no se consiguen, ajustes menores que requieren del talento, paciencia y disciplina propia de un taller dedicado a devolverle la alegría y el tono a un sublime instrumento. “Hay lugar para hacer cosas uno mismo”, asegura cuando una a una empaca sus herramientas para devolverlas a su lugar. Deja, eso sí, las fotos para los dueños, ya que pocas veces suele recordar el orden en el cual estaban.

Fascinado por el piano del Goethe Institut de San Bernardino, así como los del Teresa Carreño, el de Corp Banca, el Bosendorfer del CVA y los dos del Aula Magna, sabe siempre apreciar un buen ejemplar, aunque en muchas casas sean parte del mobiliario decorativo y se les eche de menos en los conservatorios. Un mentor, que le ha enseñado a apreciar la finura de su trabajo al poder tener un sonido pulcro y preciso, es Jerry Weil. Una de sus mejores referencias al momento de hablar no sólo de jazz, sino de la magia que representa ver cuando, una vez hecho el trabajo de darle la tensión precisa a cada cuerda y el peso perfecto a cada tecla, comienza la música.

Es un momento mágico, y su mirada cierra un ciclo que se repite semanalmente en una ciudad que, pese a todo, le da el tiempo suficiente para disfrutar de sus hijos Miguel Ángel, Amanda y su esposa Auristela, quienes ven en él al digno heredero de las enseñanzas del abuelo Carlos en un oficio que requiere orden, rigor y mucha pasión, cuya recompensa es la melodía infinita del refinado traqueteo de los blancos y negros del sublime piano.


Fuente: Revista Sala de Espera

viernes, julio 23, 2010

Omar Pereney, el cocinero adolescente del Canal Gourmet

Omar Pereney es el tercer venezolano que cuenta con un espacio propio en el Canal Gourmet. Dirigido a un público adolescente y apenas iniciada su primera temporada, su nombre da señales de su espíritu, al declararse cocinero en primerísima persona. Una afirmación inusual cuando se trata de un muchacho de 15 años, etapa de la vida donde muy poca gente logra saber, con seguridad, lo que quiere ser.






Pereney es un joven extrovertido. Habla fluidamente y a ratos da la impresión de que tiene más edad. Opina sobre la vida con una seguridad pasmosa, pero se entiende de alguien que a los 12 estaba claro en su amor hacia los fogones. Así empezó esta historia, y poco a poco se ha ido colando entre los cocineros más reconocidos del país. De hecho, cada uno de los 13 programas, ya grabados, es en homenaje a sus mentores: Héctor Romero, Juan Carlos Bruzual, Sumito Estévez, Wéndoly López, Paul Lanois y María Eliza Rommer.

“Estaban buscando alguien para conducir un programa dirigido al público adolescente. Nosotros no lo sabíamos —refiriéndose también a su papá, quien fue el de la idea de proponerlo para un programa de televisión—, mandamos una propuesta y en 36 horas recibimos respuesta. Nos dijeron que estaban interesados, que el equipo que producía el programa de Sumito, Venezuela Mía, estaba en Venezuela y que ellos me harían una prueba. Creo que mi ventaja fue que yo soy cocinero de verdad, verdad, no un muchacho que ponían a cocinar ahí”, afirma Omar.







El piloto tardó aproximadamente tres semanas en llegar a Argentina. Luego de la primera llamada, todo sucedió sin contratiempos: dos viajes a Buenos Aires, el primero para establecer los términos de la producción y el segundo para entrar de lleno en las grabaciones. En principio, estaba destinado al segmento del cono sur, pero apenas terminó la elaboración del primer episodio, ya estaba ubicado en la parrilla de programación que va desde México hasta la Patagonia.

Fogones juveniles
El programa Yo, Cocinero tiene un claro corte adolescente. Omar viste una franela con delantal y la cocina se ubica en “su habitación”, decorada una computadora de última generación, una bicicleta y colores brillantes. Las recetas de la primera temporada se escogieron alimón entre Omar y su papá, y luego las discutieron con la producción de la televisora. En principio, eran de un corte más venezolano, pero dado que algunos de los ingredientes no se pueden adquirir en otros países de Latinoamérica, se simplificaron al máximo. “Hubo ingredientes no negociables como el uso de ciertos quesos y el papelón para los golfeados, porque sin eso ya es otra receta”, apunta Omar.





Tomó dos semanas hacer los primeros programas, donde se cortaron y cocinaron al son de indicaciones del director y bajo el ojo de camarógrafos una pizza de tomates cherry, golfeados, pollo a la cacerola, pastel de polvorosa, pan de jojoto, torta de cambur y arepas de varios rellenos. Todo explicado bajo su hablar rápido caribeño y algunas improvisaciones que resuelve con gracia y sin mayor dificultad.







Un claro espíritu criollo de las manos de un muchacho que pasa el tiempo libre que le dejan los estudios en la cocina de El Comedor de Sumito. Sus amigos son los cocineros, sus juguetes tablas, ollas y cuchillos, su iPod revienta al ritmo de Jason Mraz y Jack Jhonson al son de “Banana Pancakes” que canta junto a sus compañeros-compinches, frente a los fogones. “Los 15 años son los viernes y los sábados, y ese día trabajo. He roto el paradigma que la gente tan joven no puede cocinar, siento que les hice el favor a quienes vienen detrás de mí”, afirma Omar, quien asegura que no concibe su vida sin la cocina, sin la adrenalina que se genera cuando se sabe que hay comensales hambrientos en el salón.


Por Vanessa Rolfini
Cortesía Canal Gourmet

martes, julio 20, 2010

Erich Wildpret actor profesional

Este actor venezolano no suele encabezar titulares de prensa escandalosos, no da declaraciones polémicas, ni convierte su vida sentimental en un circo al alcance de todos. Su presencia en los tabloides es tan intermitente como la aparición de películas venezolanas en cartelera que, aunque pocas, hacen de Erich uno de los talentos más solicitados del cine nacional




Dicen que le gusta el anonimato. Que es reclusivo, intenso. Personalmente encuentro estos juicios contradictorios, pues a mí entender, un actor es alguien que en el fondo (y en la superficie) disfruta de ser visto. De lo contrario, no se pararía frente a una audiencia para que lo vean miles de personas. ¿No?

Así que si de adjetivos se trata, prefiero tildar a Erich Wildpret de actor profesional. Uno de verdad. Formado en las tablas de teatro y no en los gimnasios o pasarelas. Que se muestra y trabaja sólo en función de los personajes que interpreta y no de su imagen ante el público. Que se compromete primero con las ideas y energías de lo que va a interpretar. Un tipo que come gracias a que actúa. ¿Intenso? Tal vez para algunos, pero poco le importa.

“No sé trabajar de otra manera. Me encantaría tener otra forma de trabajar, pero no puedo. Hay actores que pueden manejar mil cosas a la vez sin que eso implique un detrimento de su trabajo y eso me encanta. Yo no puedo”, comenta Wildpert.

— Hay actores que piensan más en su figura y la manera en que el público los percibe antes que en el personaje que interpretan.

—A título muy personal, para mí es más interesante estar en función del personaje. Si necesito hacer cosas que beneficien mi carrera, trato de endosar al personaje características que no son él. Pero se necesita no que sea yo, sino que sea él. Y si el personaje te dice: “Yo soy así”, hay que dejar escuchar esa voz.


—¿Y cómo haces para escucharla?

—Yo necesito tener el tiempo suficiente para entenderlo, necesito ensayos, distanciarme, entender el contexto, saber qué lo mueve y por qué toma las decisiones que toma. Trato de quitarme de encima lo que me hace Erich Wildpret, para poder acercarme al personaje.




—¿Mientras menos se sepa de Erich, mejor?

—Me ha tocado estar desnudo en una obra de teatro a centímetros de la primera fila, interpretar personajes con posiciones ideológicas reñidas a las mías, tendencias sexuales diferentes, travestís... Nunca he pasado por circunstancias tan álgidas como las de varios de mis personajes y, para poder encararlas, hay que aproximarse con compromiso. De lo contrario, siento que no estaría siendo justo ni con el personaje, ni con la oportunidad de trabajo. Para hacerlo así, prefiero que lo haga otro.

-¿Qué no estarías dispuesto a hacer como actor?

—Si siento que no tengo un vínculo con el personaje, para que el trabajo tenga cuando menos un desarrollo, prefiero no hacerlo. Si no hay compromiso con la historia, no se le dice nada a nadie y es más un tema de mercado, me lo pienso. Si la película es de terror y la historia tiene sentido y dice cosas con las cuales comulgo, no tengo problema. Me cuesta trabajar cuando no hay compromiso con lo que se está haciendo. Suena tal vez un poco radical, pero no es así. En cambio, cuando las personas como Elia Schneider y José Ramón Novoa están tan comprometidos con lo que hacen, para mí es muy fácil hacer el trabajo.”

Un Lugar Lejano


Erich se da el lujo de rechazar las múltiples ofertas que le llegan para trabajar en televisión, las telenovelas no son lo suyo. Para lo que no chista, es para aceptar volver a trabajar con la dupla Novoa/ Schneider, responsables de Punto y Raya, Sicario, Huelepega y El Don. Este prolífico matrimonio regresa a las pantallas de cine con la que puede ser su película más intimista hasta la fecha, Un Lugar Lejano. Esta coproducción iberoamericana fue rodada entre Caracas, Galicia y la Patagonia Argentina con la participación de Marcela Kloosterboer, el español Tristan Ulloa (quien repite en Venezuela luego de su actuación en Maroa) y por supuesto, Erich Wildpret en el papel protagónico.

Su personaje, Julián, es un fotógrafo lleno de frustraciones. Le acaban de descubrir un cáncer que va minando sus fuerzas y quitándole toda esperanza. Sin embargo, tiene una visión. El sueña con una foto que nunca ha tomado. Se aventura hacia ese Lugar Lejano, donde no sólo encuentra la foto, sino a una mujer y eventos inesperados que cambiarán su vida para siempre.

“La película habla de un viaje, yo en lo personal siento que es un viaje exterior como excusa hacia un viaje interior. Julián se cuestiona qué hacer con el tiempo que le queda. Nosotros pensamos en el tiempo como algo que siempre está ahí. Incluso cuando se te anuncia la muerte de un familiar, cuando vez en las noticias que se cae un avión, uno piensa que esas cosas no nos suceden a nosotros. Caracas es una ciudad insegura, pero a mí no me ha tocado y sigo no tomando precauciones al respecto. No pensamos en esas cosas salvo cuando nos toca de una manera directa e inminente a la cual no podemos darle la espalda. Ese es el caso de Julián. Él empieza a cuestionar todas las decisiones que ha tomado en su vida y se da cuenta que ninguna la hizo por las razones que para él ahora tienen significado.

— Dices que descubres algo nuevo de cada experiencia actoral en la que participas, que te gusta aprender… ¿Qué aprendiste de Julián?

—Tiendo a no medir mucho el riesgo que involucran ciertas decisiones. Después de haber interpretado el personaje, creo que si bien sigo tomando los mismos riesgos, ahora son más concientes, porque ahora sé lo que implican. Ahora sé cuál es la consecuencia en otra persona. Ahora sé lo que implica la ausencia, quiero pensar que ahora lo manejo mejor, pero no lo sé. Tendía a no valorar la ausencia en las personas que quiero. Ahora lo hago, quiero pensar que tal vez con un poco más de conciencia.

— Muchas veces el miedo a la muerte viene por metas incumplidas y objetivos no alcanzados. ¿Estás satisfecho con lo que has logrado hasta ahora en tu carrera?

—No pienso mucho en mi carrera. No tomo decisiones supeditadas a la carrera. Estoy más a la expectativa de qué cosas se van gestando y a ser consecuente con ese proceso. Trato de no ser yo un obstáculo para que las cosas se den. Prefiero involucrarme con las personas en las que creo, con quienes comparto cosas que decir. Por ejemplo, en esta película, lo que me atrajo fue mi relación con José Ramón y su esposa Elia. Ya habíamos trabajado juntos antes, estimo mucho nuestra relación por la manera en que nos comunicamos y buscamos cosas en común, esto siempre me va a llevar a querer repetir la experiencia. ”

—¿Piensas en la muerte? ¿Cuál es tu relación con ella?

—Es muy activa. Tal vez tendría que empezar porque en este momento, no me preocupa. Capaz que me preguntas en tres meses o un año y el pánico que tengo ni te lo cuento, pero en este momento de mi vida, no. Creo que de cuando en cuando, tenemos que recordar la existencia de la muerte para ser responsables de lo que significa estar vivos.

—¿Y a qué le tienes miedo?

—Siento temor por la ignorancia. No hablo de sabiduría, sino de ese desdén, despreocupación por el otro. Ignorar al otro, ignorar la vida de los demás y el posible efecto que uno pueda tener en ellos. El “Yoismo”. Olvidarse de lo demás voluntariamente me asusta, actualmente estamos pasando por circunstancias en el país que vienen de eso. Y tenemos que aprender de ello. Si hay algo a lo que le tengo temor es al desconocimiento del otro y a dar las cosas por sentado. ¿Le digo a la gente que quiero cuánto lo quiero? ¿Los abrazo al final del día para demostrarles que significan algo para mí?”

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—¿A quién abrazas tú en la noche antes de acostarte?

— Por ahora, mientras estoy en Caracas, a mi mamá. Como voy constantemente de Caracas a Los Ángeles, me quedo en casa de mi familia. Pero tiendo a ser muy físico en la expresión del cariño. A mis amigos, por ejemplo, los abrazo todo el tiempo, pero como nadie. Y obviamente, a mi pareja.

—¿Te quedas en los Ángeles definitivamente?

—Voy y vengo. La idea de ir hasta allá era cobrar algo de distancia y alejarse de este entorno. Porque a veces es precisamente en la distancia donde te das cuenta de las cosas que te hacen falta y aprendes a revalorizar aquellas que siempre estuvieron ahí. Mis afectos, amistades, Caracas. Si estoy fuera de Caracas, la llevo conmigo… Y si la llevo conmigo, ¿existe esa voluntad de volver? Y cuando te das cuenta que sí, el regreso se te hace más gratificante, porque estás allí porque realmente quieres.

—¿Cómo están las oportunidades laborales por allá?

—En el aspecto laboral siempre he tenido mucha fortuna. Trabajo no ha hecho falta hasta la fecha.

—Y sin embargo, prefieres trabajar en Venezuela.

—Hacer cine en Venezuela, para mí tiene mucho sentido. Obviamente afuera las condiciones son mejores: mejor producción, distribución, remuneración, un trabajo te abre las puertas de otro, sí, todo es verdad. Pero es verdad pensando sólo en las cosas que me convienen a mí. Pero allá las cosas ya están hechas, hay una industria que nosotros no tenemos. Y por eso es que para mí tiene sentido seguir haciendo cosas aquí, porque creo que aquí estamos en esa etapa que nos define desde lo cultural, estamos reencontrándonos con lo que somos, aquí los directores literalmente hipotecan sus casas para poder financiarse su película. Eso es compromiso.

—De un tiempo para acá, se te ve mucho en la pantalla.

—Ha sido absolutamente circunstancial. Un Lugar Lejano se rodó hace dos o tres años atrás. Y tengo otros proyectos que se han rodado antes y que aún no han salido. Desautorizados de Elia Shneider, El Día de los Pobres de Diego Velazco, El Paraíso del Más Allá de la gente de Cinema Sur y Muerte en Alto Contraste de César Bolívar. La intención no fue la sobreexposición, sino la experiencia de trabajar con gente con la que comparto las cosas que tienen que decir.

—Has trabajado con varios directores importantes de Venezuela, ¿Qué tienen los Novoa que los hace tan especiales como para repetir la experiencia?

—Mi acercamiento a ellos vino primero por lo humano, antes que por su trabajo. Yo vi una obra de teatro de Elia, La Lección, que me impactó mucho y sabía que quería trabajar con ella apenas hubiera oportunidad. Cuando comenzamos a hacer cine, fue que comencé a buscar las películas de José Ramón.

—¿Y con qué otros cineastas venezolanos logras esa conexión?

—Mi película venezolana favorita de todos los tiempos es Homicidio Culposo. Lo que me dejó esa película en aquel momento, fue lo que me hizo querer trabajar con César Bolívar. Seguimos sin entender cuál es el lugar que ocupa nuestro cine, pero a mí esa película me dijo mucho y me ubicó. También me encanta el trabajo de Diego Rísquez en cuanto a la estética, está probando constantemente cosas nuevas. Jericó de Lamata es un peliculón. Son muchos. ”

Cualquier persona que asuma el arte con compromiso y como una tribuna para intercambio de ideas, hace que me quite el sombrero. Me alejo de lo fácil que puede ser trabajar sin amor, de todo lo que va a lo mecánico. Lo otro no se ve tan a menudo. Conecto con quienes trabajan con pasión y compromiso, más allá del resultado. La pasión detrás es lo que me interesa.



Fuente:Revista Sala de Espera

lunes, julio 19, 2010

50 años de Rochela

El programa humorístico inició sus transmisiones en 1959, dos años antes de que existiera en el canal de Quinta Crespo el departamento de video tape —tecnología que permite grabar para programar la transmisión- y 20 años antes de que se estrenara el color en las pantallas chicas de Venezuela

La caída de la dictadura y la apertura a las libertades promovió la creatividad de un grupo de estudiantes de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela que, con el fin de recoger fondos pro-graduación, presentaban sus espectáculos culturales.

Tito Martínez Del Box, hombre del cine y la televisión argentina, disfrutó de ese show y observó el talento de los muchachos. Esto permitió formar el elenco para este espacio de humor que salía al aire al mediodía. De esta manera, sin saberlo, se constituyó el grupo de fundadores de un programa que suma hoy día cinco décadas al aire: Cayito Aponte, Charles Barry, José Ignacio Cadavieco y Juan Ernesto López -conocido como Pepeto-, entre otros.




Por Tibisay Ascención Pino
Fotografía: RCTV Internacional


En principio, Radio Rochela fue una sección llamada El Show de las doce, remake de La Gran Cruzada del Humor, espacio televisivo que llevaba Tito Martínez Del Box en su natal Argentina, y que más tarde produjo y dirigió en suelo venezolano.

Después se llamó El Show de Saume, hasta que se convirtió en un programa independiente con una hora de duración que, desde 1961, se transmite los lunes a las ocho de la noche.

Radio Rochela es, desde entonces, la cuna de varias generaciones de humoristas. Es el reflejo de la realidad del país y de su historia. En este espacio, la audiencia ha podido disfrutar de las imitaciones de artistas internacionales que visitan el país como Plácido Domingo, caracterizado por Cayito Aponte. También han sido emulados personajes del gobierno, incluso quienes han ocupado la silla presidencial. Así ocurrió con la interpretación de Luis Herrera Campins, realizada por César Granados.


Los musicales también forman parte de su contenido. Uno de los más recientes fue El Zelayón, bautizado así por el presidente de Honduras, Manuel Zelaya. Abundan las parodias de situaciones cotidianas, de novelas, programas y del concurso de belleza Miss Venezuela.

Recordar la trayectoria de este programa de humor obliga a nombrar aquellos sketches que se hicieron populares entre la audiencia: Malula Concejal, La escuelita, Los wooperó, Cachucha, La línea erótica de las chicas rubias y hermosas, Perolito y Escarlata, Los recogelatas, El Miss Chocozuela, El hermano Cocó, Palomino Vergara, Los papiados, Charlie Mata, El Chunior, Los colombianos, Félix Gonzalito, Queridas Amigas y El pap-pu-papa. Seguramente usted también tiene su lista de favoritos.

Según el Récord Guinness, el programa humorístico más longevo de la historia es Radio Rochela. Este espacio se hizo merecedor de esta distinción cuando sólo contaba con poco más de 40 años, interrumpidos con la salida del aire en señal abierta el 27 de mayo de 2007. El público pudo continuar disfrutando del show en las plazas, hasta que el canal de Quinta Crespo adoptó el apellido Internacional y comenzó a transmitir a través de la señal de la televisión por suscripción.

Cincuenta años han transcurrido con sus altas y bajas, pero el trabajo constante ha dado los resultados esperados: un programa que, gracias a su trascendencia, forma parte de la vida del venezolano.



Los rocheleros como termómetros de audiencia

El público disfruta de este programa y sus sketches. Los rocheleros reciben de la gente su propia medida de rating, saben cuánto ha gustado un personaje, parodia o musical cuando en la calle los saludan por su apodo.

Los humoristas relatan qué significa Radio Rochela en su vida personal, profesional y cómo es visto el programa por la sociedad, según los comentarios del público. Algunos de ellos permanecen en el elenco y otros ya no, pero todos hablan del programa con cariño, como su escuela de formación.

Una de las figuras emblemáticas es Emilio Lovera, actor que tuvo 23 años en el programa. Lo llaman Jairo Restrepo, el enanito colombiano. A este humorista, la Radio Rochela le permitió aprender con sus compañeros todo lo que se necesita para hacer humor.

“La Rochela es la escuela de los grandes humoristas de Venezuela, enseña a improvisar”, asegura sin titubeos Carlos Rodríguez, quien es reconocido por el público como “Rafucho, el maracucho”, tras haber estado 15 años en el staff del programa.


En esta apreciación coincide Juan Carlos Barry, quien actualmente hace el papel de “El Cheff Guevara”: “La Rochela es la universidad del humor, donde estás aprendiendo una materia”.

Coco Sánchez la define en una frase: “Es el ícono del humor”. Se siente orgulloso de formar parte de ese grupo desde hace ocho años.

Los 40 años de Elisa Parejo en Radio Rochela hacen que el significado que tiene este programa sea, más que el pilar de su carrera, un sentimiento: “Es la alegría de estar viva. Asistir a Radio Caracas es mi vida entera, estar aquí es lo más hermoso para mí.”

Según Cayito Aponte, la Radio Rochela es un programa fundamental para la sociedad venezolana. Félix Granados asegura: “El público ve el programa por tradición, por costumbre. Así no les guste alguna parodia, igual la ven”.

Gracias a su horario estelar, es el punto de encuentro familiar. Así lo piensa Juan Carlos Barry, quien define a la Radio Rochela como la cena para el venezolano. “Todos los lunes a las ocho de la noche, la gente se conecta a disfrutar el programa”.



Detrás de cámaras

Los jueves y viernes son los días de grabación. Es tiempo de trabajo, de disfrute y encuentro para el equipo.

Coco Sánchez, quien interpretó a Manuel Sosa en la parodia de la novela Calle luna, calle sol, describe la escena de grabación con sus personajes: “Cayito es nuestro papá y Pepeto es como el abuelo. Cayito pone orden, mientras que el abuelo es el más consentidor, el alcahuete”.

Sin saber que su compañero de trabajo había hecho esa confesión “íntima” de la grabación, Cayito y Pepeto, cada uno desde su tribuna, le dieron la razón:

Cayito: “Yo pongo el ejemplo, llego con el libreto aprendido. Procuro enseñarles la disciplina de hacer el trabajo con espontaneidad porque yo vengo de la televisión en vivo, donde no existía el video tape y se tenía que salir al aire”.

Pepeto: “Es un momento de relax, de alegría y simpatía. Me encanta venir a grabar, es un bochinche”.

Ese ambiente amistoso es el que hace que Elisa Parejo desee con ansias compartir esos momentos de grabación. “Son de alegría, de contar chistes, de risas constantes. Lo problemas se quedan afuera.”

Igual le ocurre a Norah Suárez, quien actualmente hace el papel de “La Cajera Mártir” y a quien el público recuerda como “Escarlata”: “Si estoy enferma, apenas me dicen grabación, se me quita todo el malestar”.

Esa camaradería es la que hace que, los que se fueron, como Carlos Rodríguez -quien lleva dos años retirado del programa-, acostumbren a reunirse con los rocheleros, con quienes comparten como una familia. Rodríguez dice que, en las grabaciones, él promovía el desorden.

Radio Rochela recuerda el valor del papel del humorista en la sociedad. Según Cayito Aponte, “el humorista es la válvula de escape de la olla de presión, la vía a la paz y la búsqueda para buscar la solución a los problemas en función de la fraternidad”.
Algo más para saber y recordar…

Radio Rochela es el programa humorístico más longevo de la historia según el Récord Guinness, del que se hizo merecedor cuando sólo contaba con poco más de 40 años.

El sketch de Los wooperó batió récord de audiencia: alcanzó 94,8% de share.

“Aflojaaa”, el grito de “El chévere”, personaje de Charles Barry, fue uno de los emblemas del Show de las Doce.

José Ernesto López, “Pepeto”, asegura que el nombre de Radio Rochela se lo puso el actor Edmundo Valdemar.

El papel de Chepina Viloria fue el más complejo para Emilio Lovera. Según sus palabras, debía parecer mujer, actuar como tal y cambiar su género sin verse homosexual.



Cuna de humoristas

De esa primera tanda de humoristas, además de Cayito Aponte, Charles Barry, José Ignacio Cadavieco y Juan Ernesto López -conocido como Pepeto-, también están Fina Rojas, Ricardo Pimentel, Juan Corona, Roberto Hernández, Pedro Elías Belisario, Irma Palmieri, Argenis Angarita, Virgilio Galindo, Jorge Tuero, Kiko Mendive, Marta Olivo y Elisa Parejo.

La generación que los relevó estuvo formada por las figuras de Marta Piñango, Nelson Paredes, Pedro Soto (El gato), Norah Suárez, Carlos Rodríguez, Lilita Pestana, Américo Navarro, Henry Rodríguez, Honorio Torrealba, Nelly Pujols, Ricardo Grüber, Nené Quintana, Laureano Márquez y Emilio Lovera.

En el staff de los actores más recientes, se encuentran Gladiuska Acosta, Coco Sánchez, Karen Leyva, Marinés Hernández y Roy Díaz.

Dos de los actores de la actual plantilla son hijos de dos inolvidables humoristas que formaron parte de la primera etapa del programa.

Félix Granados se califica como un buen hijo de RCTV, ya que lleva 16 años trabajando en Radio Rochela. Su padre, César Granados “Bólido”, es recordado especialmente por su imitación del ex presidente Luis Herrera Campins. La oportunidad de trabajar en el canal se dio por casualidad, cuando fue a llevarle una carta a su papá y le hicieron un casting. Félix asegura que todo lo que ha aprendido fue gracias a su papá y a esa generación de humoristas como Pepeto y Marta Piñango.

Otro de los actores, Juan Carlos Barry, suma 20 años en el programa. En sus inicios, él no buscaba la oportunidad: se dio gracias a un almuerzo al que invitó a su papá, Charles Barry, y ese jueves de grabación había faltado uno de los actores, así que actuó como sustituto. Su ensayo fue tan exitoso, que empezó a trabajar por destajos, hasta que dejó de lado la profesión de turismo y hotelería para dedicarse a la pasión que había descubierto: el humor en la pantalla chica. “Yo puedo decir que, gracias a los consejos de mi papá y al apoyo del público, estoy donde estoy”.


Fuentes: Revista Sala de Espera

domingo, julio 04, 2010

Jacinto Convit, gran científico que ha dado Venezuela

Este insigne médico venezolano, con más de 72 años de ejercicio explica que nunca tuvo interés alguno de trabajar en el lado privado de la medicina, cuenta con 51 años de labor ininterrumpida en el Hospital Vargas (Caracas-Venezuela) y 35 años en la conducción del Instituto de Biomedicina.
Genio nacido el 11 de septiembre de 1913 en la parroquia La Pastora. Hijo de inmigrante catalán y de madre venezolana de origen canario, inició sus estudios en el Liceo Caracas. Tiene en su haber innumerables reconocimientos entre ellos el Premio Principe de Asturias 1987.


La noticia que nos ocupa ahora es que el equipo que comanda este insigne científico ha logrado crear las  vacunas contra cáncer de seno, cólon y estómago en el hospital Vargas
En una entrevista para este rotativo, Jacinto Convit nos cuenta, con la sencillez propia del galeno de antaño, “hemos desarrollado a través de terapias de inmunología la vacuna contra el cáncer de seno, de cólon y de estómago”.
Acompañado de una gran sonrisa, el invaluable científico venezolano, lanzó este enunciado sin ton ni son, en este sentido agregó que “el precio es enorme para combatir estas enfermedades, las terapias de quimioterapia son sumamente costosas para los pacientes, la quimio puede costar cerca de 3.000 dólares, la vacuna que venimos desarrollando en inmunoterapia del Vargas es gratuita”.

El investigador comentó que tal vacuna está compuesta por células mutantes del paciente, las cuales poseen varios tipos de células y no una sola, “la mutación es la que provoca la recaída más adelante en el paciente, al combinar un gramo de células cancerígenas que tan sólo tienen si acaso el costo de 5 dólares, el paciente desarrolla una mejoría en su propio organismo por la producción de anticuerpos que destruyen las células cancerígenas”, reiteró.

Sin embargo, no todo queda allí, el especialista en enfermedades parasitarias, indicó que ha obtenido grandes resultados en los pacientes a quienes se les ha suministrado esta vacuna, en mención especial a las afectadas con cáncer de seno, que a juicio de esta eminencia “son las que asisten a nuestro recinto, con una inmensa fe y en gran cantidad”.

Por lo que sostiene, “como esta vacuna no hay ninguna, en el país no es frecuente la producción de vacunas, somos más bien quienes las recibimos de otros países”.

Emocionado y con una lucidez increíble afirmó que “desde el Hospital Vargas queremos contribuir en la vida de los pacientes, queremos impartir tratamientos, no buscamos dinero de nadie, sólo llamamos a los enfermos para que asistan a este instituto”.

El talante de este genio y las ganas de hacer el bien al prójimo siguen intactas a pesar del paso de los años, aluden a un médico comprometido y un legado de vida sin distinción, “uno trabaja para la gente que sufre, que no tiene dinero no hay nada más precioso que ver que la enfermedad se cura, el médico no debe enriquecerse con esta carrera, venimos a salvar vidas, esa es la paga más invaluable del mundo”, concluyó el hijo consentido que ha dado la parroquia La Pastora.




Con una sonrisa afable y una tranquilidad envidiable en medio del bullicio caraqueño, se encuentra el Dr. Jacinto Convit, rodeado de premios y placas de reconocimientos bien válidos, uno de los más grandes científicos que ha dado Venezuela, se mantiene a cargo de la dirección del Instituto Nacional de Biomedicina del Hospital Vargas, a sus 92 años atiende bien dispuesto a sus pacientes tres veces por semana.

Cursó el bachillerato en el Liceo Andrés Bello, alumno destacado del gran maestro Rómulo Gallegos en la cátedra de Filosofía y Matemáticas, sin duda la emoción destila en la límpida mirada de sus ojos azules, al rememorar su juventud el reconocido académico expresó: “Qué buenos recuerdos, un profesor ejemplar de talante visionario”.

En 1932 ingresó a la escuela de Medicina de la Universidad Central de Venezuela donde obtuvo el título de Doctor en Ciencia Médicas en 1938.

Una invitación le cambiaría la vida y demarcaría su destino en el año 1937, el doctor Martín Vegas conocido pionero en los estudios sobre la lepra dio a conocer a Convit, la vieja casona de Cabo Blanco en el estado Vargas, la cual albergaba a cientos de pacientes afectados por lacería o lepra.

En aquel tiempo esta enfermedad era el causal del prejuicio más arraigado dentro de la sociedad, a los leprosos se les encadenaba y eran custodiados por autoridades policiales, imagen que definiría el carácter humano de Convit, quien ante tal maltrato, exigió a los guardias un mejor proceder con los enfermos.


La compasión y el querer por los pacientes no tuvieron límites en Jacinto Convit, quien unió esfuerzos junto a seis médicos venezolanos y dos italianos, para encontrar la cura a esta enfermedad.

Luego de varias investigaciones con el único remedio empleado en estos pacientes, el aceite de Chaulmoogra, pudieron comprobar que el compuesto de Sulfota y Clofazimina podía fungir con gran efectividad en contra de este mal, lo que conllevó el cierre de las conocidas leproserías donde los enfermos eran encerrados y vejados en su condición humana.

En el año 1988, los grandes avances en estudios epidemiológicos, le valieron una nominación al Premio Nobel de Medicina, por el descubrimiento de la vacuna contra la lepra, la cual resultó de la combinación de la vacuna de la tuberculosis con el bacilo Mycobacterium leprae. Un año antes de esta nominación, Convit recibió un premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica.




Fuente: Diario 2001
Jacinto Convit Blog