domingo, febrero 27, 2011

Moisés Kaufman, venezolano en Broadway

Broadway lo tiene en buena estima. Jane Fonda es capaz de romper por él un ayuno teatral de 45 años. Nominado al Tony y al Emmy, el reconocido dramaturgo y director venezolano tenía desde hace rato la espinita de no haber montado en Venezuela ninguna de sus propias obras. En dos semanas por fin presentará en Venezuela Actos indecentes: Los tres juicios de Oscar Wilde , la primera pieza que estrenó en tablas neoyorquinas hace 13 años.


http://impresodigital.el-nacional.com/suplementos/2010/07/04/
Fotografías Lara Alcántara / Nueva York
 

Moisés Kaufman no tiene una hora libre en estos días. La única manera de hablar con el dramaturgo es llamarlo a su celular entre un compromiso y otro. "Estoy comiendo pero puedo hablar. No te importa, ¿verdad?", se excusa. Hay en él un rasgo llamativo que aflorará en pocos minutos; por un lado se hará obvio que tiene la sensibilidad de un artista: tanta como es necesaria para que en Broadway lo consideren una suerte de iconoclasta con propósito. Pero por otro, también será evidente que tiene el pragmatismo de un administrador, ese mismo que se graduó en la Universidad Metropolitana y trabajó en Procter & Gamble antes de mudarse a Nueva York hace más de 20 años. Así como hablará de su búsqueda estética, tampoco se cortará en advertir que esta entrevista será breve. Su discurso navega entre una faceta y otra sin baches, como si su cableado cerebral hubiera aprendido a conectar esos dos hemisferios sin cortocircuitos, sin redes caídas, sin ballenas tuiteras que indiquen que esa extraña coherencia ha llegado al tope de su capacidad.



A sus 47 años, Kaufman se prepara para montar en Caracas su primera obra en Broadway. "Lo último que había hecho en Venezuela fue dirigir en 2006 ­en el Festival Internacional de Teatro de Caracas­ una obra que se llama I am my own wife de Doug Wright, pero nunca había dirigido en mi país una obra propia. Desde hace tiempo quería hacerlo pero estaba muy ocupado. Hablé con mi amigo Michel Hausmann y quedamos en codirigir juntos el montaje de Actos indecentes: Los tres juicios de Oscar Wilde, que fue la primera obra mía que se estrenó en Nueva York". En ella, el escritor Oscar Wilde es sometido a juicio ante la sociedad inglesa por su homosexualidad y su romance con el hijo del marqués de Queensberry. En un casting conjunto entre Kauf- man y Hausmann, el elenco quedó integrado por Javier Vidal, Christian McGaffney, Juan Carlos Alarcón, Alejo Felipe y Rolando Padilla, entre otros.


"También me ilusiona mucho que participe Fernando Ivosky, quien fue mi profesor en el grupo de teatro Thespis de la Unimet. Allí fue donde empecé a hacer teatro", revela. "Cuando me gradué le dije a mis padres que ahí les dejaba el título de Administración porque lo obtuve para ellos, pero lo que yo quería era estudiar esto; fue ahí cuando mezclé los dos oficios por un año mientras resolvía cómo irme, hasta que al año siguiente me vine a la Universidad de Nueva York a estudiar teatro. Al final no terminé porque sentí que ya había avanzado un buen trecho y quería hacer las cosas yo mismo, así que monté mi propia compañía". Tectonic Theater Project ­cuyo nombre alude a la naturaleza estructural y dinámica del arte dramático­ abrió sus puertas en 1991. En 1997, Ac- tos indecentes fue el estreno simultáneo de Kaufman como dramaturgo y director en NY; en unos meses, el New York Ti- mes lo incluyó en la lista de los 10 personajes más influyentes en el ambiente cultural de EE UU ese año. Aclamada por la crítica, la pieza tuvo 600 funciones en Nueva York, así como representaciones en Los Ángeles, San Francisco, Toronto y el West End londinense. Según el sitio web de su compañía, la obra ha sido producida y presentada en varios países y en más de 40 ciudades de EE UU.



"Sé que en Venezuela hay mucha expectativa con Actos inde- centes y es hermoso que por fin pueda mostrarla allá. Eso me emociona". ¿Nervios, quizás? "Escribir siempre es un acto personal; subir una expresión creativa a un escenario siempre trae riesgos. Una vez le pregunté a Robert Redford si alguna vez se le quitaron los nervios y me dijo que no, que prefería tenerlos. Yo también los prefiero porque me permiten calibrar lo que estoy haciendo". Si le preguntan de qué depende triunfar en Broadway, lo piensa. "Depende de un arduo trabajo, suerte, magia, talento. Yo desde una edad muy temprana sentía pasión por el teatro, pero el resto siempre queda en manos de los dioses.


Lo mío es amar y trabajar".


Drama con lupa.

Michel Hausmann ­fundador de Palo de Agua Producciones y productor de musicales como El violinista sobre el tejado y Jesucristo Superestrella­ da cuenta del estilo de trabajo de Kaufman. "Tenemos créditos compartidos porque alguien tiene que ayudarlo aquí, pero Actos indecentes se ha presentado de muchas formas y él siempre me dijo que quería hacer aquí su propia versión. Estamos trayendo de Nueva York a sus diseñadores de iluminación y de escenografía para que se vea exactamente igual a como se montó allá hace 13 años", explica el productor. "Moisés es muy detallista y él mismo tradujo la obra en español. Mientras esperamos a que venga a Caracas a ensayar, le enviamos videos de los avances y él nos hace sus observaciones".

Un guión de Kaufman no se resuelve en pocos días. De hecho, es famoso por sus extensas investigaciones al escribir cada pieza.

En Actos indecentes, entramó documentos históricos, cartas y biografías sobre la vida de Wilde.

Para The Laramie Project ­una obra basada en un caso real, sobre la muerte de un estudiante homosexual en el pueblo de Laramie, Wyoming­ entrevistó in situ a cientos de personas. Luego volvió 10 años después para revisar la vida del pueblo y actualizar la obra con un epílogo. No en balde, TLP está catalogada como una de las piezas más representadas en liceos y universidades de EE UU. Kaufman también dirigió la adaptación cinematográfica con las actuaciones de Peter Fonda, Laura Linney y Christina Ricci. La cinta ­transmitida por HBO­ fue seleccionada para la noche inaugural del Festival de Cine de Sundance en 2002, y ganó una mención especial en el Festival de Cine de Berlín. Con ella, Kaufman recibió luego dos nominaciones al Emmy como mejor director y mejor escritor.
 


Barbarella para Beethoven.


Escribir 33 Variations ­una obra sobre una musicóloga enferma que estudia las inexplicables 33 variaciones de Beethoven sobre un simplón vals de Diabelli­ le tomó tres años de documentación. Para el papel principal, en 2008 Kaufman enfiló sus baterías hacia la actriz Jane Fonda, quien hace más de 45 años no se subía a las tablas. "Le expliqué de lo que se trataba, leyó el material y le gustó enseguida. Yo también me sentí muy cómodo con ella", asegura. "Él es el director más cooperativo con el que he trabajado. Está completamente abierto a las ideas y aportes de la gente. Es como si no fuera un director de teatro, sino un director de orquesta visionario", declaró entonces Fonda para AP. A la larga, la obra le valió cinco nominaciones a los premios Tony, entre ellos Mejor Obra.

Sus fuentes de inspiración, asegura, son aleatorias.

The Laramie Project surgió siguiendo las noticias.

33 Variations, de una con- versación sobre Beethoven con un vendedor de discos. ¿Escribe pensando en el público o en la crítica? "En ninguno. Me preocupa más entender primero a los personajes, pero realmente no sé cómo los escojo ni sé dónde voy a conseguir ideas; si es en una fiesta, en una librería, en un salón de clases. Es como esas personas que te enamoran y punto. En ese sentido, hacer teatro para mí es como enamorarse: no sabes dónde vas a encontrar esas ideas ni tampoco las escoges".

En tiempos de celulares de última generación, Twitter, cine en 3D y televisión de alta definición, Kaufman cree que la función del teatro es seguir explorándose.

"La única forma de ser parte importante del diálogo es continuar esa búsqueda de una profunda investigación estética, de nuevos lenguajes teatrales, de coincidencia de temas y una curiosidad más allá de las obras individuales", asegura. ¿Y el Tony? "Lo de los premios puede ser peligroso si uno se lo toma como un concurso de popularidad. Caer en eso es como perseguirse la cola. Sin duda recibir un reconocimiento es grato, pero trato de mantenerme íntegro en comunicarle a los demás algo de su condición humana", sostiene quien acaba de dirigir en Los Ángeles la pieza Bengal tiger at the Baghdad zoo de Rajiv Joseph y prepara la dirección de su primera ópera, El Gato con Botas, del difunto compositor catalán Xavier Montsalvatge. "Cuando escribo o dirijo una obra y la gente sale de la sala, espero que haya reconocido en sí misma algo verdadero que haya sentido o vivido antes. Espero que se sienta menos sola".



Fuente: Todo en Domingo

domingo, febrero 20, 2011

Mauricio Malangra, arpa llanera que suena a bossa y jazz

Si las bandas de rock tocan con orquestas sinfónicas, el flamenco ahora se baila con ritmos tropicales y la fusión es lo que está de moda, ¿por qué el arpa criolla no puede aventurarse a ir más allá del cuatro y las maracas? Mauricio Malandra se atrevió a explorar y el resultado fue un instrumento que ya no será sólo para el joropo, porque ahora da para más


Por Yubelitze Angarita Borges


 Era el encuentro musical Paraguay, Japón y Venezuela unidos por el Arpa, celebrado en Caracas, y uno de los invitados, Mauricio Malandra Ventura, que para muchos era un “pichón de arpista” al lado los grandes maestros, estaba a punto de mostrarles a los asistentes por qué el arpa llanera no está hecha nada más para la música tradicional.
Lo aplaudieron, sí, pero aquella actuación había sido tan sólo una pequeña muestra del ingenio y la dedicación con la que el joven arpista de 29 años ha indagado en las sonoridades del instrumento que lo atrapó desde su adolescencia por su complejidad.

“Yo soy amante de lo complicado. Cuando a los 14 años me encontré por primera vez con esas 32 cuerdas, inmediatamente se convirtieron en un reto para mí. En aquel momento quizás mi papá pensó que lo que tenía era una fiebre típica de muchacho, pero igual me compró el arpa y ahora, cuando lo veo, le digo entre bromas: ¡ya ves papá, llevo 15 años matando fiebre!”.

Lo cierto es que Mauricio debe a sus raíces familiares no sólo el origen de tan singular apellido, Malandra, que proviene de su abuelo paterno, un italiano que migró a Venezuela en medio de la Segunda Guerra Mundial, sino también las sonoridades con las que educó su oído. “Nací en Barcelona, estado Anzoátegui, y desde pequeño escucho todo tipo de música. Eso se lo debo a los gustos musicales de mi mamá mexicana y a los de mi papá italiano, con sus acetatos de jazz y de música llanera. A pesar de semejante mezcla yo salí más criollo que una arepa”.

Allí quedó sembrada la semilla de la curiosidad y las ganas de aprender a hacer música e incursionar en el mundo de la fusión, para exaltar el abanico de posibilidades que tiene el arpa criolla cuando se combina con géneros musicales como el latin jazz, el bossa nova, el rock, la danza, el vals y lo que aparezca en el camino, pues como él mismo afirma: “todo lo que escucho lo estoy analizando y nunca se deja de aprender”.


Folklore + fusión

Con orgullo se declara autodidacta en el aprendizaje del instrumento, aunque reconoce que sus tutores fueron las guías de las grabaciones de grandes arpistas como José Archila y Henry Rubio. “Ellos fueron la musa para que yo aprendiera”, destaca mientras recuerda emocionado cuando el maestro Henry Rubio, quien es uno de los artífices de involucrar el arpa con la música brasileña y española, le dijo: “pongo sobre tus hombros la continuidad de lo que otros comenzamos, pero no pudimos concretar por estar adelantados a nuestro tiempo”.

“Me gusta expresar la creatividad de poder mezclar el jazz, el rock y el bossa con sonidos de joropo. Yo quiero que la gente vea que así como ha evolucionado el cuatro con el maestro Cheo Hurtado, también se puede ver la inmensidad del arpa al involucrarla con otros géneros más actuales y la fusión con otros instrumentos citadinos. En eso se basa mi primer disco Rural y Urbano”.

Como su nombre lo indica, es una producción instrumental en la que el músico barcelonés ofrece un arpa llanera fresca y versátil que se mezcla sin perder protagonismo en nueve temas, algunos propios y otros que han sonado internacionalmente.

En su segunda producción, Letras de Amor, se muestra más su faceta de arreglista y compositor. “Como yo no canto, busqué a 12 cantantes con estilos diferentes para que interpretaran mis canciones en el género de balada llanera. Es decir, es un disco romántico-llanero con arpa, cuatro y maraca”.



El arpa tiene más para dar

Tener la crítica del maestro Chelique Sarabia, quien es el padrino de su primer disco, es para él todo un privilegio:

“Por los años vividos he perdido ya la capacidad de asombro. El día que escuché el disco de Mauricio, lloré, sencillamente lloré y lo digo con toda honestidad, porque entendí que la música en nuestro país y el dominio de un arpa tan limitada como la llanera, tiene un futuro que se pierde de vista”.

Asimismo, agradece todos los comentarios que ha recibido de varios reconocidos músicos entre vocalistas, arreglistas y productores, al igual que la alegría con la que sus dos pequeñas hijas escuchan sus canciones.

Tímido, pero constante, Mauricio sigue dándose a conocer y es receptivo a participar en eventos musicales, nacionales o internacionales, como lo hizo en 2008 cuando representó a Venezuela en los festivales realizados en Madeira-Portugal y en las provincias de Arequipa y Moquegua, en Perú. Quienes deseen contactarlo pueden visitar su myspace: www.myspace.com/mauriciomalandra o escribirle a mauricioarpa@gmail.comEsta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla.



El camino está abierto y ya está preparando otro disco. “Para alcanzar los sueños hay que ser arriesgado, trazarse una meta y seguirla, no dejarla a la mitad”. En eso anda, entre ritmos y cuerdas que esperan por su talento y creatividad.
 
 
Fuente: Revista Sala de Espera

martes, febrero 15, 2011

Los artífices del queso de cabra en Venezuela

Quienes comenzaron artesanalmente a elaborar quesos de cabra nacionales, hoy se hay convertido en los artífices de productos que llenan anaqueles de todo el país.

Por fortuna para sus fieles, en todo el país han surgido quienes apuestan por elaborar estas delicias con sello local. Todos tienen la entrega de los convencidos. Y han logrado que estos quesos no sólo estén en las mesas de los restaurantes. Además, ya son parte de las recetas cotidianas.



Rosanna Di Turi rdituri@el-nacional.com ­Fotografías Marcel Cifuentes marcelcifuentes@gmail.com












Hay un particular prodigio cuando alguien decide dedicarse a elaborar quesos de cabra. Es como un destino para elegidos.

Quienes lo han asumido con total compromiso, contemplan cómo les cambia la vida para siempre. Lo mejor para el resto es que, con la misma fertilidad de las cabras, se han multiplicado en Venezuela los que han apostado por estas delicias.

Ahora son más los elegidos por este hechizo que exige la entrega del absoluto compromiso.





Hace cinco años, Marianela García y Elisa Grimaldi se estrenaban con determinación en una nueva existencia. Ellas, que venían de altos salarios, viajes recurrentes con pasaporte y exigencias de trasnacionales en las que eran ingenieras, dieron un golpe a la mesa y se fueron en autobús a Quíbor, en Lara, a tocar puertas a ver quién les vendía leche para elaborar queso de cabra. Valga decir, que el golpe de timón fue temerario pero fríamente calculado. "Nos dimos cuenta de que había un nicho para el queso de cabra. Los que se vendían en los anaqueles eran importados y muy caros". Así, se fueron a California, recorrieron plantas de quesos, buscaron ejemplos en Francia y se asesoraron con entendidos. Hicieron su plan de negocios y se pusieron los zapatos de goma para recorrer el tramo árido del anhelo, con un norte en el camino. "Muchos venezolanos no estaban acostumbrados al sabor fuerte de los quesos de cabra. Decidimos hacer unos frescos, suaves en textura y acidez".

Con toda esa catedral de certezas, llegaron a Quíbor. Y nadie quería venderles leche. Hasta que un productor se apiadó y decidió que les daría el ordeño de un día de sus cabras. De ese gesto de confianza comenzó el
vínculo perdurable. Cinco años después, sus quesos Ananké están en más de 130 anaqueles, sólo en Caracas. Tienen 30 productores, que han crecido con ellas y les llevan leche los 365 días del año. Y ahora preparan ocho toneladas de queso al mes.

El mismo que distribuyen ellas mismas. La vida les dio el giro que anhelaban. No en balde, su bautismo: "Ananké es una palabra griega que significa la fuerza primordial que define un destino", explican ellas. 



Eso sí, no es un amor fácil, si es que eso existe. "Aquí no hay esa cosa romántica de tener cabritas y hacer quesito. Si me preguntan, digo que estoy harto", dice José María, desde su infinita nobleza y con el acento aún perdurable de las pampas argentinas. Su esposa, Eva Guerón, sale al paso, desde un amor blindado por él y sus quesos. "Yo amo mis cabritas. No es fácil, es cierto, pero nos trae muchísimas satisfacciones". Ellos, en 1996, comenzaron por ensayo y error a preparar unos quesos que en los restaurantes más notorios de Caracas se sirven con nombre y apellido. Son los quesos de cabra de José María, porque él asumió el reto de ofrecerlos y ella de prepararlos gracias a la leche de sus 200 cabras de Turgua. "Quise hacer los quesos que no tenía plata para comprar", cuenta la profesora jubilada. Y aquí aflora otro logro. Ellos no hicieron planes, ni bosquejos. Compraron dos ollas y unas neveras de segundo uso en el Rey del Coroto para empezar. Y se sumergieron en el reto. "Empezamos con quesitos muy elementales que a mí me parecían exquisitos y a él, horribles", cuenta Eva. Y poco a poco dio con la fórmula. Primero del queso fresco, suave y blanquísimo, noble como las mejores intenciones. Luego de un feta, más elaborado, que le recordaba el que probó una vez en un restaurante griego en Estados Unidos y se ancló para siempre en su memoria gustativa. Y en ese camino, fue probando nuevos retos con el apetito de los entregados.

"Quería hacer cosas más interesantes. Los quesos frescos te perdonan mucho: son muy tolerantes". Por eso decidió apostar por los semi madurados. De sus manos diestras comenzaron a surgir quesos con una personalidad única, semejantes al estilo del camembert, y con nombre propio como Pirámide o Tepuy.

Y han conseguido la venia no sólo de chefs y comensales locales: también los aplausos galos, maestros en quesos madurados.

"La embajada de Francia es uno de nuestros principales clientes. Les encantan". El prodigio se mantiene intacto: de unas cabras de Turgua, unos esmeros caseros y absolutamente artesanales, surgen unos quesos capaces de lograr las mayores exaltaciones. "Están hechos con leche y magia" dice José María. 


La reproducción de los quesos. Mientras esas pasiones van creciendo, el gusto por el queso de cabra elaborado en el país, se ha extendido. Primero por las mesas de los restaurantes. Ahora, a las mesas familiares. Tanto que las chicas de Ananké, reciben en su Twitter las recetas cotidianas que les mandan los clientes de su propia cosecha. "Pensar que cuando comenzamos la gente no quería probarlos porque decían que sabían a chivo", recuerda Marianela García. Sonia Meléndez, la artífice de quesos Las Cumbres, comparte esa certeza.

"La gente no entendía ese sabor ligeramente ácido". Y ambas iniciativas, cada una en su estilo, han apostado por quesos frescos que seducen con sabores incorporados: albahaca, pimienta o miel y nueces en caso de Ananké, que tienen seis distintos. Tomate
seco, ceniza o confitura de pimentón están entre las 16 variedades de Las Cumbres.

Las tendencias no se dan por generación espontánea. Siempre hay alguien que comienza la cruzada con la pasión de los convencidos. Carlos Ignacio Pérez, desde la tenacidad de sus 77 años, narra cómo, hace tres décadas, comenzó a apostar por unos quesos que llamaron la atención de la Academia de Gastronomía y los restaurantes más encumbrados del momento, como El Gazebo. Sus creaciones adquirieron denominación propia: Los quesos de Carlos Ignacio Pérez, y tomaron las mesas con su estilo francés, logrado gracias a cabras de genética pureza, traídas de Estados Unidos que tenía en Carrizalito, cerca de Los Teques. Comenzó, como todos, "botando" muchas leche y llegó a un hallazgo inesperado. "Sin saberlo, hice quesos afrancesados en su estilo", cuenta quien durante décadas se dedicó a este oficio, lo retomó temporalmente este año en Macanao, Margarita. Y aunque dejó esa iniciativa, ahora se prepara para seguir elaborándolos junto a su hijo, también artífice de queso de cabra en Caruao. 


En otra fecha y distinto lugar del país, Sonia Meléndez llegó a similar descubrimiento. En su finca de San Cristóbal comenzó a hacer quesos, por ensayo y error, como han empezado todos estos pioneros. "Me había metido en esto como muchos venezolanos hacemos las cosas: sin pensarlo mucho. Dejé la cuajada de un día para el otro y noté que era distinta". Y voilá, llegó sin saber a un queso de cabra estilo francés. De aquel hallazgo han pasado 23 años. Ahora, sus quesos Las Cumbres son una referencia en cualquier anaquel. Llegar allí tuvo una larga travesía. Se fueron a Carora hace ocho años donde permanecen y comenzaron un nuevo aprendizaje: Comprar la leche a otros productores. Un tema que amerita disciplina.

"Aprendimos a manejar una leche que no era controlada por nosotros. Ahora son más profesionales, con mejor manejo", dice mientras recibe 1.200 litros diarios de leche que transforma en 16 tipos de queso.

Hay quienes han asumido el reto desde las mismas cabras. En Margarita tiene lugar uno de esos empeños. Carvis Hidalgo y Amílcar Pérez llegaron a la isla a ensayar una nueva versión de su destino. Venían de Los Roques, donde tienen un yate que regentan para turistas y buscaban un tramo de tierra firme con horizonte amplio.

En el verdor de San Sebastián, lo consiguieron y se preguntaron por qué no tener cabras. Hoy en día tienen 200, y cumplen un ciclo que va desde el cultivo del alimento para ellas, hasta elaborar a diario el queso fresco de cabra margariteño que ofrecen en los mejores restaurantes de la isla.

Para llegar allí, viajaron a Francia, recorrieron la campiña en busca de recetas, aprendieron sobre cabras y se enamoraron de esta vida para siempre. "Hay un compromiso con los animales.

Yo me enamoré de las cabras. Ya me fregué", dice Hidalgo quien elabora el queso fresco, noble y blanquísimo a diario. "En esto no hay primero de enero ni 24 de diciembre. A las cabras hay que ordeñarlas todos los días", recuerda. Los verdaderos compromisos no tienen días libres. Y por fortuna ahora ese queso se reproduce en distintas recetas en los restaurantes de la isla: en dátiles rellenos y envueltos con tocineta de Da Luciano. En langostinos en nubes de queso de Casa Caranta.

O en postres como el bombón de piñonate con queso de cabra de Mondeque. Las mejores cruzadas son las que se multiplican en buenas noticias. 



Fuente: Revista Todo en Domingo 


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domingo, febrero 06, 2011

Venezuela Viva, el musical de Carolina Lizarraga

Las distintas estampas que presenta este montaje transportan al espectador a un paseo sin precedentes a través de nuestra historia, la cual es narrada por medio de distintos géneros dancísticos y sonoridades de todo tipo que van desde los acordes árabes, los tambores de nuestra tierra, el flamenco (taconeo), música criolla con arpa, cuatro y maracas hasta los tradicionales contrapunteos, los cuales arrancaron los aplausos y la euforia del público.

NP


Fotos: Erick Guzmán

El musical de Carolina Lizarraga también contó con la dirección magistral de César Orozco, quien -a través de la música- narro la historia de nuestra patria, con solos de arpa, mandolina, batería y percusión liderada por el conocido Adolfo Herrera. El blanco, el negro y el indio también se hicieron presentes en un musical que se plasmo en clave de flamenco.


Venezuela Viva deleita con un vestuario impresionante cargado de colorido y diseñado 100% por talento nacional. Las atractivas coreografías que presenta el espectáculo van de la mano con una pantalla gigante que sirve como telón de fondo, la cual proyecta bellísimas imágenes de nuestro país y de nuestros recursos naturales. A ambos extremos de la tarima, se ubican los músicos impecablemente trajeados de blanco.



Esta producción sometió a la consideración de los caraqueños una propuesta estética diferente que combina música, baile, video y una voz en off que va narrando las distintas etapas de nuestra venezolaneidad. El musical -dividido en 2 partes cada una de 45 minutos con un intermedio de 15 minutos- también explora los temas clásicos de nuestro folclore con un medley que incluye clásicos como: “El diablo anda suelto”, “Caballo Viejo”, “Gavilán pío pío” y “Luna llena”, entre otros. El “Alma Llanera” también se hizo sentir dentro de la sala.

Fuente: Sinflash