Yamilet Herrera / Fotos: Héctor Andrés Segura
Tocada por la varita mágica del éxito —y capaz de percibirlo—, Rocío Madrid de Barbera se encontraba en su agencia de viajes, cuando alguien le comentó que la ONU estaba invitando a sus países miembros a participar en una muestra de tradiciones en Epcot Center. Exigían productos hechos a mano para mostrar la huella dejada por el hombre de un milenio a otro. Se trataba de Milennium Village, un evento que comenzó en octubre de 1999 y cerró el 1º de enero de 2000. La oficina de intercambio comercial, a cargo de los contactos, había intentado, sin respuesta, hacer enlace con entes culturales del país. “Ustedes que son de Barquisimeto, una tierra de artesanos, ¿serían capaces de ‘echarle pichón’?”, le preguntaron. Ella y su esposo, Neptalí Barbera, a pesar del tamaño del compromiso, adquirieron la papelería legal y comenzaron a invitar a todas las gobernaciones del país. En Lara y Táchira fue donde recibieron apoyo de las pequeñas y medianas empresas organizadas.
“Aprovechamos la feria de Tintorero para promocionar el evento y hablar con los artesanos”, revela Madrid de Barbera. “Como agente de turismo que soy, para representar a mi país primero tengo que conocerlo y gracias a Dios lo he recorrido todo. En vísperas del evento, estuve tres meses en Tintorero, me vinculé con el proceso del tejido. En Guadalupe aprendí a diferenciar los tipos de madera y me acerqué a la obra del tallado. Estuve en El Milagro, un pueblo del Municipio Jiménez que es cuna del arte de estilo precolombino. Fui al Táchira, a la montaña donde trabajan los ceramistas y me metí en los hornos. Conozco 100 por ciento todo lo que exporto”. Lo mismo hizo en los estados Yaracuy, Mérida, Aragua, Carabobo y Amazonas. En todos recolectó una muestra del arte manual en sus diferentes expresiones.
Con la selección a cuestas, concursó y calificó. Montó su stand junto a los de Corea, Tailandia, Perú, Grecia, Líbano, Egipto y Ecuador. “Un acento tropical”, se llamaba el pabellón venezolano que, inicialmente, tuvo forma de churuata y, poco después, de casa colonial. Amenizaba con música ejecutada con instrumentos tradicionales. Quienes atendían eran jóvenes venezolanos bilingües vestidos de liquilique —los hombres—, y de faldas floreadas y blusas de boleros —las muchachas—, cubiertos todos con ruanas merideñas en invierno. Instalaron un telar y un horno, llevaron tejedores y ceramistas que hacían su trabajo ante el público. Resultó exitoso. La gente se detenía cautivada por la música o impresionada ante la magia del urdido de colores o de las manos moldeando la arcilla y el gres, ahí, frente a todos.
Terminada la muestra, Rocío Madrid de Barbera decidió, junto a una amiga, montar una tienda de artesanía venezolana en un mall del centro de Orlando. “Me empeñé en que hubiese un árbol de verdad en medio del local, de donde colgaran los tejidos. Invité al mánager de Disney, Paul Bourget, y quedó fascinado, me felicitó por mi nueva aventura de negocios. A la semana siguiente me llamó su asistente para que participara en el Festival de la Primavera, Flowers and Garden. Comenzó en abril, adapté la muestra a esos usos ornamentales. Como en Estados Unidos las casas y edificios no son tan fuertes como en Venezuela, concebimos unas bases para sillas colgantes y hamacas, que lucen perfectas en los jardines. También propusimos unos soportes colocados en las vigas para colgar las hamacas. Las cerámicas de estilo precolombino, en diferentes formatos, lucieron como bases de bromelias. Encantaron los móviles y fachadas”.
Ese año, 2002, los invitaron a exhibir en un centro de convenciones de New York, donde se celebraba un evento de la comunidad andina con Bancoex. Al año siguiente, llevaron la muestra a Tennessee, lugar del cónclave de presidentes de Citgo. Vino después, en otoño, la invitación al Festival de Vinos y Comidas. “Allí destacamos las piezas utilitarias, manteles, vasijas y vajillas”. En invierno la temática es Las Navidades Alrededor del Mundo y continuó con ellos. Cada exposición permanece durante 60 días. Desde entonces Venezuela se mantiene presente en esos tres grandes eventos de Disney World.
Destaca que en un país tan industrializado, donde la mano de obra es tan costosa, todo se manda a hacer en China. “Una de las cosas más reconfortantes que he oído, cuando los turistas empiezan a ver las cosas y las voltean, es: ‘Por fin conseguimos algo que no es hecho en China’. Aprecian que es hecho a mano”.
La madera de Guadalupe ha tenido una receptividad maravillosa. “El estadounidense es muy curioso y tú tienes que echarle el cuento. Te preguntan sobre la diversidad de colores, creen que es teñida y hay que explicarles que es el color natural, que los talladores escogen el tipo de madera de acuerdo con la fruta que vayan a crear. Sierra de iguana, que es morada, si es para un ramillete de uvas; nazareno, si es para berenjena; cardán, para la zanahoria; vera, roble y miguelito para la piña. Me da risa, les puedo decir el nombre local, pero no el científico”. Hizo una lista traducida al inglés que colocó en un sitio visible con los tipos de madera, sus nombres y colores.
“En una oportunidad, un empresario estadounidense iba a una convención en Hawai, donde el símbolo de bienvenida es la piña. Me encargó cien juegos de tres frutas cada uno, grande, mediana y pequeña”. Hay una atracción especial por los juegos de dominó hechos en vera y últimamente la predilección es por el juego cubano, que trae más piezas.
En cuanto al tejido, se asombran por la diversidad de colores. “Allá todo es un modelo, un catálogo, un serial. Llevo hasta 200 colores diferentes de hamacas y se ponen como locos en el sentido de que no encuentran por cuál decidirse”.
El recorrido por la memoria y lo vivido le provoca un hondo suspiro y reflexiona. “Estoy en un sitio privilegiado donde aparte del turista interno acude el del mundo. Cosas que para nosotros, lamentablemente, son insignificantes, una baratija, para ellos son muy valiosas”.
SINGULAR
En Epcot Center está prohibido hablar de política, pero siempre llega gente con chistes de mal gusto sobre ese asunto en Venezuela
En el stand siempre hay extendida una hamaca tejida con los colores de la bandera venezolana. Hay quienes piensan que la exhibición es financiada por el gobierno
Tampoco deben venderse figuras religiosas, por la diversidad de cultos
A veces confunden la artesanía de Venezuela con la de México, porque hay mucho color y urdido
Por la textura y colorido de la cerámica que imita a la precolombina, algunos piensan que está sucia y se limpian las manos después de tocarla
El punto es muy visitado por figuras reconocidas del gobierno, la política, la farándula y las Grandes Ligas
[El Informador]
Hola...que bueno vale...es interesante saber q nos hacemos presente en todos los rincones del mundo...gracias por esta gota positiva...saludos e invitaciones a mi blog...
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