Tahía Rivero
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Su obra siempre ha reflejado una crítica a la modernidad mediante la representación de ciudades, monumentos y paisajes que expresan una aparente carencia de símbolos; mientras que en esta oportunidad, sus creaciones son protagonizadas por escaleras, mesas y cepillos de dientes, entre otros objetos de la cotidianidad, como una realidad cargada de simbologías, hacia donde parece haber desplazado su investigación el artista, según señala en el texto de presentación la curadora y crítico de arte Tahía Rivero.
“Formas que en su intrascendencia han adquirido el valor de la inmutabilidad y en las que, para conquistar sus posibilidades simbólicas, ha trastocado la escala, las dimensiones y ha negado la morfología de sus cuerpos, silueteándolos en negativo sobre un fondo positivo”, afirma Rivero.
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Realidad y memoria
Podríamos afirmar que la trayectoria artística de Julio Pacheco Rivas, marcada por una consecuente voluntad de trabajo, lo hace dueño de un lenguaje; un estilo personal que lo caracteriza y permite que identifiquemos su obra en cualquier momento de su desarrollo.
Desde los años ochenta, cuando entré en contacto con su trabajo, hasta principios de dos mil, Pacheco Rivas postulaba una crítica a la modernidad a través de la representación de ciudades, monumentos y paisajes que en su ironía, expresaban una aparente carencia de símbolos.
Ciudades desérticas de rigurosos trazados, monumentos en frágil equilibrio, paisajes urbanos que invadían el horizonte; todo realizado sin texturas ni disonancias cromáticas haciendo apenas énfasis en las volumetrías con tenues contrastes de colores.
Julio Pacheco Rivas
Nació en Caracas el 25 de julio de 1953. Se inicia en la pintura de manera autodidacta en la ciudad de San Cristóbal, estado Táchira, en donde vivió hasta los 16 años.
En 1969, radicado en Caracas, comienza a asistir al Taller de Arte Experimental que había fundado el maestro Víctor Valera.
En 1972, para complacer a sus padres, intenta sin resultado alguno seguir la carrera de derecho.
En 1974 es aceptado en el Salón Centro Plaza y obtiene en éste su primera recompensa. Después de exponer en varias colectivas realizadas en Caracas y ser aceptado en el Salón Arturo Michelena, de Valencia, se dirige a París, donde residirá por espacio de diez años. Entretanto, desde Francia, toma parte en exposiciones internacionales celebradas en Basilea, Londres, París y Mónaco.
En 1981 es incluido en la colectiva "Jóvenes artistas latinoamericanos", Hotel de Ville, París. En 1984 es seleccionado para competir por la bolsa de trabajo que se otorga en el Premio Eugenio Mendoza, en la sala de la fundación del mismo nombre.
En 1987 regresa a Venezuela y se residencia en Caracas, donde proseguirá su investigación, hasta hoy. Exposiciones individuales más importantes: Galería del BANAP, 1974; Galería Estudio Actual, 1976 y 1980; el Museo de Bellas presentó en 1992 una amplia exposición de su obra con el título de "Ciudad de los símbolos precarios".
En 1990 representa a Venezuela en la Bienal de Venecia. Ha obtenido, entre otras, las siguientes recompensas: Premio Andrés Pérez Mujica, Salón Arturo Michelena, Valencia; premio del jurado del XII Concurso Internacional de Arte Contemporáneo de Mónaco, 1980; premio único del Salón Anual de la Fundación Vitry-sur-Seine, para pintores menores de cuarenta años, Francia; primer premio de Pintura del I Salón Nacional de Artes Plásticas, 1988, al que concurre con su obra Compendium, un tríptico de ocho metros y medio de longitud.
Fuente: Anlitica