lunes, febrero 13, 2006

Alejandro Colina, una historia escultural de raíces venezolanas

Alejandro Colina es uno de esos tantos talentos venezolanos que duermen casi en el anonimato, pero cuyas vivencias están presentes con el pasar del tiempo. Nació en Caracas el 8 de febrero de 1901 y falleció en 1976.
La obra escultórica de Alejandro Colina, corresponde a una estatuaria figurativa y conmemorativa, que no sólo celebra la gloria de los vencedores, sino sobretodo la dignidad y el heroísmo de los otrora vencidos, interpreta el nieto del artista en el libro de su autoría: Alejandro Colina, El escultor radical.

Si bien es cierto que es muy probable que usted no conozca su nombre, sí es posible que haya visto, en algún momento, sus obras. Por ejemplo, la estatua de María Lionza, ubicada en la Autopista Francisco Fajardo de Caracas; el imponente Indio Manaure, en Coro; o la espectacular Plaza Tacarigua, en el estado Aragua... Éstas son sólo tres de las diversas esculturas realizadas por Alejandro Colina (1902-1976) en seis estados del territorio nacional, además del Distrito Capital. Se trata de un escultor osado y original que quiso materializar a Simón Bolívar desnudo en El Ávila.
Marcado por su inclinación hacia las etnias indígenas y abrigado por sus experiencias con éstas, Alejandro Colina era un hombre de temple, pero amoroso, decidido por su vocación, aunque mal fuera pagada. Era cuestión de expresar un sentimiento que transmitiera igualdad, un sentir colectivo. Para ello, la escultura fue su bandera. Una bandera que se mueve en el espacio público de varias entidades, pese a la poca atención que le brinda la administración pública.

Hoy, él no está entre los habitantes de este país, pero sí sus descendientes. Carlos Colina, uno de sus nietos, quien se desempeña como profesor de la Universidad Central de Venezuela (UCV), se ha encargado de tratar de reivindicar los valores de su abuelo, además de pedir justicia para un artista que se entregó a su país: Venezuela.

Carlos Colina creó la Fundación Alejandro Colina. En el año 2001 realizó un evento denominado Coloquio Multidisciplinariio: La obra escultórica de Alejandro Colina, del que compiló todas las ponencias en un texto: Alejandro Colina, el escultor radical.

Todo esto es la reparación de una injusticia. A mi abuelo no se le dio el lugar que se merecía por mucho tiempo. Me parece injusto, declaró el profesor, en entrevista con el equipo de El Observador on line.

Además de estos valiosos aportes, el nieto de Colina también tiene en proyecto realizar una página web sobre la vida de María Lionza, así como llevar la vida de su abuelo a la gran pantalla.

Colina de esculturas

Carlos Colina recuerda que su abuelo esculpió básicamente indios e indígenas, entre los que descata a Negro Primero, Negra Matea y Manaure. Pero su obra es americanista, en el fondo, apunta.

El profesor relata que su abuelo llegó a estar hasta en prisión durante la dictadura gomecista, por sus ideales socialistas y de igualdad. Considera que durante esa época había cierto prejuicio hacia sus obras porque él reprodujo las etnias, siempre criticado por la élite intelectual, cultural, etnocéntrica.

Este escultor dejó sus huellas en Caracas, Carabobo, Aragua, Guárico, Apure, Falcón y Yaracuy. Una de sus obras, la Plaza Tacarigua (1933), ubicada actualmente en la Base Aérea Mariscal Sucre, en territorio aragüeño, fue declarada Monumento Histórico Nacional; sin embargo, esta arquitectura, al igual que muchas otras, demanda mantenimiento y por ende mayor atención gubernamental.

Una bofetada a la cultura
Al igual que muchos otros extintos exponentes del arte, Alejandro Colina no sería un hombre feliz al ver que el deterioro se apodera más rápido de sus obras que la intención de conservar lo propio. La mirada y acción muerta de los diversos gobiernos se ha apostado, entre otras cosas, sobre los íconos patrimoniales de este país.

No resulta extraño ver cómo la apatía se apodera de las obras de Colina. No sería justo citar sólo un ejemplo de las descuidadas esculturas, pues esta realidad es genérica en los diversos espacios públicos de Venezuela.

No obstante, la actual administración ha puesto en marcha la restauración de la emblemática María Lionza, mientras que ya fue reparado El Conjuro de Caricuao, ambas ubicadas aquí en Caracas.

Su descendencia cuenta
Alejandro Colina era un venezolano atípico, relata su nieto, al recordar que el escultor era hijo de canarios. Reitera que su abuelo se identificó plenamente con los indígenas y eso aquí no es común; sin embargo, aclara que el espíritu del escultor no fue indigenista, mas sí americanista.

Aunque no ubica en su mente mayores detalles sobre su relación con su abuelo, Carlos Colina cuenta que durante su adolescencia visitó, junto a su padre, el taller del artista. Era una experiencia indescriptrible entrar a un taller de Alejandro Colina, porque eran obras monumentales, apunta.

Era todo un proceso de creación. Ahí veía una combinación de lo que él era: Agnosticismo y espiritualidad. Una experiencia inefable, agrega.

Aquello de por amor al arte no es nuevo. Por ejemplo, Alejandro Colina dejó múltiples pruebas de su trabajo a cambio de ningún pago como tal. El arte de él no era un arte comercial; era un arte público, indica Carlos Colina.


Tan mal pagado fue Colina que tuvo que dedicarse a otros oficios, como la orfebrería, la alfarería y la mecánica, porque con el arte no podía vivir, dice su nieto.

Agrega el profesor que el autor de la estatua de María Lionza y La Negra Matea, entre muchas otras, fue un artista mal pagado. Sus obras fundamentales no se las pagaron o se las pagaron a mitad de precio.

Pero esta realidad sigue latente con otros artistas, es por ello que Carlos Colina considera que tenemos que reivindicarnos, rescatar nuestra autoestima. Saber que hay cosas valiosas dentro de nuestras venezolanidades, a pesar de haber tenido por mucho tiempo una clase política empobrecedora, la actual y la pasada. Que hay valores que se deben respetar.

Fuente:
http://www.rctv.net/ Reportajes especiales EL Observador

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