A sus 92 años continúa trabajando en el Instituto de Biomedicina, convencido de que aún y no obstante a su edad, tiene mucho que ofrecerle a la humanidad.
Durante siete años Convit convivió con los leprosos, doblemente condenados a la segregación total y la hospitalización compulsiva, además de las secuelas de una enfermedad que para entonces no tenía cura. De ese tiempo guarda dos recuerdos imborrables. Uno es el de un campesino, atado con cadenas, que le entregó la policía, por ser portador del mal. El otro el rostro de estupefacción de un hombre, con varios años de reclusión cuando descubrió que se encontraba sano y podía volver a la libertad.
Pero la compasión del joven galeno era activa y fue así como organizó un grupo de ocho médicos, seis venezolanos y dos italianos, con quienes se dio a la tarea de encontrar una cura para la enfermedad. Lo primero fue tratar de potenciar el aceite de Chaulmoogra, el único remedio para la época, proveniente de un árbol asiático, con magros resultados, pero luego de varios años de investigación lograron determinar que un compuesto de Sulfota y Clofazimina tenían suficiente efectividad para remitir el mal. La primera consecuencia del descubrimiento fue la eliminación del aislamiento compulsivo y por tanto de las leproserías. Así, Venezuela se convirtió en el primer país del mundo en cerrar ese tipo de establecimientos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario