sábado, enero 16, 2010

Albert Subirats, buenas brazadas y buenas marcas

Con 22 años de edad, este nadador venezolano ­que está entre los cinco mariposistas más veloces del planeta­ se mide en las piscinas del mundo con Michael Phelps y cuenta con un registro de récords que salpica: se ha colgado en el pecho 16 medallas de oro en juegos nacionales, es el primer venezolano en lograr una medalla en un Mundial de Natación, quedó de cuarto en el Mundial de Roma y consiguió batir su anterior registro nacional en 100 metros mariposa con 50.65 segundos.
En su visita a Venezuela ­antes de partir a Marsella, Francia, donde empezará a entrenar­ cuenta cómo ha logrado estar, brazo a brazo, entre los mejores del mundo



Fotografías Marcel Cifuentes marcelcifuentes@gmail.com






El pito es lo último que escucha.
Cuando el nadador venezolano Albert Subirats se lanza a la piscina en una competencia, los gritos del público, los aplausos, las voces en los micrófonos se desvanecen hasta apagarse. "No oigo nada. Es un silencio total. Son 50 segundos pero se hacen mil veces más lentos", dice Subirats, uno de los cinco mariposistas más rápidos del mundo. Y en ese ascenso y descenso concentrado por las aguas cloradas no escucha ni sus propias brazadas. En su mente todo está insonorizado, todo está en mute. Su cuerpo sólo quiere estirar la mano, tocar la pared de la piscina entre los primeros, quitarse los lentes y escuchar la algarabía de la gente.

Con 22 años de edad, este nadador venezolano no sólo cuenta con 16 medallas de oro en juegos nacionales. Además, es el primer criollo en traer una medalla ­bronce­ en un Mundial de Natación (Melbourne, 2007) y en conseguir una presea ­plata­ en una piscina corta (Shanghai, 2006). Tiene tres medallas de oro en individuales ­dos en mariposa y una en espalda­ y seis en relevo en la NCAA (Asociación Nacional Colegiada Atlética de Estados Unidos), en la que participó por la Universidad de Arizona, donde estuvo becado y se graduó de Mercadotecnia en diciembre del año pasado. Sin contar que con sus 50.65 segundos es dueño de la quinta mejor marca del planeta en 100 metros mariposa. Récords que no se secan tan fácilmente.

"Albert es el primero que entra al agua y el último que sale. Es de los que al acabarse el entrenamiento le pide al entrenador que lo ayude a mejorar sus vueltas y salidas. Siempre quiere seguir practicando", asoma su agente Alberto Mestre. "Nadar es lo que me gusta hacer, es lo que disfruto. La piscina es el lugar donde me siento más a gusto", reconoce Subirats.






Por eso "Subi", como le dicen sus amigos, no se cansa de entrenar ­hasta ocho horas diarias­ para mejorar su desempeño y quitarle algún número que le estorbe en sus marcas. "Tiene una capacidad de trabajo increíble, a veces hasta masoquista. Se esfuerza por mejorar sus técnicas", cuenta Luis Moreno, su entrenador desde que tenía nueve años de edad.


Torpedo al agua. El diagnóstico era severo: hiperactividad bronquial. El pequeño Albert corría y se cansaba y no salía de un resfriado.

"No podía correr como los otros niños porque tosía mucho. Me daban ataques de asma y me nebulizaban a cada rato", recuerda el nadador. Pero la mamá, resuelta, fue al doctor y le dijo que no le iba aplicar más broncoestimulantes.

"Le comenté al médico que le iba a retirar el tratamiento y lo iba a meter en natación", rememora Montserrat de Subirats. Y así, el niño que estudiaba en el Colegio San Gabriel Arcángel, en las tardes iba a natación en el Hogar Hispano de Valencia para mejorar a brazadas su condición respiratoria. "Al principio no me gustaba la natación, pero después de mi primera competencia internacional no sólo me di cuenta de que quería ser nadador, sino que quería ser el mejor", dice el "Torpedo Subirats", como también lo llaman.

"Desde pequeño quería competir con los mejores. Cuando ganó la medalla de plata en Shangai el primer comentario que me hizo fue: `Le gané a Thomas Rupprath, mi ídolo", recuerda su entrenador. Ya empezaba a medirse con los rápidos en piscina. El deseo lo ganó brazo a brazo. "Es muy centrado, su meta siempre fue colarse entre los más grandes y lo ha logrado", asoma José Godoy, uno de sus mejores amigos. "Cuando era pequeño ya quería entrenar a las cinco de la mañana con los nadadores más grandes. Me decía: `Yo quiero ganar una medalla para Venezuela", recuerda su madre.



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Sabía que para ser el mejor tenía que asumir algunas renuncias. "Cuando era más chamo a veces no iba a algunas fiestas de 15 años porque el día siguiente se tenía que levantar temprano a entrenar", recuerda Godoy. Los trasnochos no son para un campeón.

Es muy disciplinado. ¿Puede nadar incluso cuando está molesto? "Es lo mejor que puedo hacer.

Es una forma de desahogarme", cuenta el muchacho que con su look de skater no da pistas de que es nadador.

Aquaman venezolano. ¿Qué se siente pensar en milésimas? "Es un reto personal, cuando tienes un record quieres bajarlo lo máximo posible", cuenta Subirats, ese muchacho tímido y de verbo noble que se mide en las piscinas del mundo con Michael Phelps y Milorad Cavic. "Pensar en milésimas es a veces un poco cruel, por todas las horas de entrenamiento. He llegado de cuarto tres veces por una milésima de segundo. Yo apuesto cientos de horas de entrenamiento y no entrar al podio por una milésima es duro, pero así es la competencia y es lo que me atrae de este deporte", dice el nadador criollo.

Pero es empecinado y patalea con esfuerzo. "Cuando quiere llegar a algún sitio, allí va. La idea de irse a Francia es porque allá están los mejores y quiere entrenar al lado de ellos", cuenta su padre, Antonio Subirats. "Allá hay entrenadores bastante fuertes. El hecho de nadar con los más rápidos me va ayudar a dar el salto".

La meta ahora son las Olimpiadas Londres 2012, porque las de Beijing 2008 se le hicieron esquivas. "Los dos meses siguientes a las Olimpiadas fueron muy duros, porque siempre estuve mal acostumbrado a que cada vez que me lanzaba en la piscina todo me salía bien. Fue muy triste por todas las expectativas que tenía la gente", reconoce Subirats, quien de niño comía milanesa de pollo y papas fritas antes de cada competencia: "Porque un día comí y gané", asegura. Es el muchacho sin supersticiones antes de zabullirse al agua. El que cada vez que viene a Venezuela le regala a escondidas trajes de baños nuevos ­que le dieron a él de prueba­ a compañeros con menos posibilidades. El que ahora desayuna tres huevos sancochados, yogurt, frutas, cereal, tocineta y una papa como un potente menú de entrenamiento. El mismo que va cuatro veces a la semana a entrenar al gimnasio para poder nadar entre los más rápidos del planeta. ¿En qué piensa cuando nada? "En ganarle a los otros siete nadadores y en bajar mi marca". Un registro en estilo mariposa que está el top five del mundo. Por eso, cuando Subirats llega a la piscina de un club, se toma fotos y firma autógrafos en los gorritos de natación de los niños que lo miran con admiración y con ganas de un día ser como él.


TODO EN DOMINGO/17

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