Símbolo de la intelectualidad del siglo XX, la Casa Uslar fue el remanso del escritor, político y pensador. Su biblioteca fue el recinto de un caudal de conocimientos, que hoy invita a los que fueron sus “amigos invisibles” a recordar su existencia y reflexiones
Arturo Uslar Pietri tuvo muchos libros, pero una sola casa. Ubicada en la calle Los Pinos, en La Florida, está el espacio declarado patrimonio cultural que respira historia, pensamiento, crítica y conocimientos. Un lugar privilegiado, en sus tiempos casi un oráculo que fue visitado por muchos y cuyas paredes “vieron” pasar a los más renombrados intelectuales, artistas y políticos el siglo XX.
Es cierto que otras viviendas formaron parte de la vida de Uslar Pietri: la casa de Maracay donde transcurrió su infancia y adolescencia; una que otra pensión caraqueña durante sus primeros años de estudio en la Escuela de Ciencias Políticas de la Universidad Central de Venezuela; el apartamento de París, en el cual permaneció durante cinco años cuando fue enviado como Agregado Civil a la Legación de Venezuela y el apartamento cercano a la Universidad de Columbia, en Nueva York, donde pasó su exilio después del golpe militar de 1945 que derrocó al entonces presidente Isaías Medina Angarita. Pero ninguna como la casa que se levanta a los pies del Ávila, donde vivió con su esposa Isabel, vio crecer a sus dos hijos, Arturo y Federico, y dejó su último suspiro de vida, en 2001.
Comprada en 1941, la casa de Arturo Uslar Pietri reúne a dos grandes venezolanos: Carlos Raúl Villanueva, quien fue su arquitecto, y el escultor Francisco Narváez, cuyas manos tallaron la biblioteca, toda una obra de arte que albergó cerca de 20.000 libros.
“Cuando Uslar Pietri salió al exilio, hubo un intento de saqueo de su casa. Sus libros fueron salvados por Narváez, quien fue un gran amigo desde su estancia en París. En aquel entonces no había tantos libros, pero él quería salvarlos porque sabía que eran el corazón de Arturo”, cuenta el Dr. José Rafael Revenga Gorrondona, cuyo padre cultivó una amistad con el escritor desde la infancia. “Cuando papá se reunía con Arturo siempre era una fiesta. Recuerdo cuando lo llamaba y le decía ‘vamos a salir a comernos una pizza?. Entonces iban con sus esposas al restaurante Vesubio, en la Floresta”.
Algunos años antes de fallecer, Uslar Pietri cedió sus libros a la Universidad Metropolitana. Hoy se encuentran catalogados e indexados en el Celaup, Centro de Estudios Latinoamericanos Arturo Uslar Pietri. “Él quería que estuvieran en un sitio donde fueran aprovechados y se mantuvieran activos, más aún si eso beneficiaría la formación de los jóvenes estudiantes, porque esa fue una de sus grandes pasiones: la educación venezolana”, agrega Revenga, quien explica que la biblioteca ahora contiene ejemplares producto de donaciones, en especial la colección de Rafael Pineda, crítico de arte.
Escribir para no olvidar
“Aquí hay una atmósfera que pertenece a Arturo”, afirma Revenga, mientras describe los rincones de la vivienda. Cuenta que la biblioteca era el gran sitio de reuniones y que por allí pasaron muchos personajes de la política, historia y literatura nacional e internacional, así como también numerosos estudiantes que fueron a hacerle alguna consulta y para quienes siempre existiría tiempo.
“Hay objetos que son pequeñas memorabilias de este lugar, como un teléfono antiguo por el cual se daban las comunicaciones interministeriales con el Gobierno, cuando Uslar Pietri fue Ministro del Interior y Ministro de Hacienda durante la presidencia de Medina Angarita. Además, él cedió todos sus papeles personales, notas y correspondencias a la Fundación Polar, y ahora están magníficamente conservados en el Museo Histórico Lorenzo A. Mendoza, ubicado en la esquina de Veroes”, explica Revenga.
María Dolores Morillo, mejor conocida como “Lola”, atendió a Don Uslar durante 20 años, lo que le da propiedad para hablar acerca de su rutina en la casa. “Él era una persona muy activa y disciplinada con los horarios. Su jornada comenzaba tempranito por la mañana y su periódico tenía que estar a las seis en la salita de espera, para leerlo antes de bajar a desayunar a un cuarto para las ocho. Luego se ponía a leer y a escribir en su sala de trabajo, al lado de la Biblioteca, o recibía a quien viniera a entrevistarlo hasta un cuarto para la una, cuando almorzaba. Después hacía una corta siesta y seguía trabajando hasta el final de la tarde, que se ponía a escuchar música clásica hasta un cuarto para las ocho cuando, puntualita, le servía la cena”.
Lola cuenta que Don Arturo no dejó ni un día de leer o trabajar en sus escritos, porque él creía que era la mejor manera de mantener su mente activa y de que no se le olvidara nada. Eso sí, cuando llegaba la hora de descansar, las luces tenían que estar apagadas y si no, le decía: “Lola, ¿las cucarachas leen?”.
“A él le interesaba mucho mantenerse al día acerca del panorama internacional, y en el tiempo en el que no existía Internet, había que leer mucho. Sobre la mesa de su estudio siempre tenía libros, revistas y las últimas novedades literarias que yo revisaba sin que él se molestara, porque a él le gustaba que uno fuera curioso y quisiera aprender”, agrega Revenga.
Una anécdota que no todos conocen y que su amigo quiso compartir, es que cuando él llegó a París coincidió con los escritores Miguel Ángel Asturias y Alejo Carpentier. Se encontraban en las tardes en los cafés parisinos hasta buena parte de la madrugada, mientras intercambiaban alumbramientos intelectuales: Uslar Pietri compartía la redacción de Las Lanzas Coloradas y Asturias le leía pasajes de las Leyendas Guatemaltecas. Años más tarde, Uslar Pietri le abriría las puertas de su casa a Asturias, Carpentier y a otros no menos conocidos como Jorge Luis Borges, el Príncipe de Asturias, entre otros.
Un pulmón de cultura para la ciudadPero Arturo Uslar Pietri no era un hombre de objetos, sino de saber. Por tal razón, después de su fallecimiento, su casa no podía quedar para ser un simple museo. “En un viaje que yo hice antes de que se celebrara el centenario del nacimiento de Don Uslar, encontré casas hermosísimas como la de Pablo Neruda, en Santiago de Chile; la de Rafael Alberti, en Cádiz, y se me ocurrió plantearle a Federico Uslar: ¿Por qué no crear la casa de Uslar Pietri?”, explica Antonio Ecarri Angola, quien es, desde 2006, Presidente de la fundación homónima que hoy impulsa un modelo centrado en la educación.
“Esta casa significa mucho para los venezolanos y por eso queremos que sea un pulmón de cultura para la ciudad, un sitio de encuentro cultural que inspire. Para lograr este propósito, necesitamos acondicionar los espacios para que haya una tiendita del libro, un pequeño café, un área para obras de teatro infantil y foros. De eso se trata el proyecto del Centro Cultural de Eventos y para ello nos hace falta uno o varios entes que quieran colaborar con la restauración”, declara Ecarri.
No se trata de hacer una apología a Don Uslar, sino de llevar a la práctica su pensamiento, sus valores y esa capacidad que tuvo de crear géneros literarios. Por ello Ecarri invita a los que estén interesados en conocer más acerca de la fundación a visitar la página web wwww.casauslarpietri.com, donde también podrán hacer un recorrido virtual por la vivienda, comunicarse por los teléfonos (0212) 730-4061 / 730-2571 o, si desean, adentrarse en los rincones de esta casa, que inspira a ser venezolano.
Fuente: Revista Sala de Espera
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