viernes, diciembre 18, 2009

Eddy Marcano, un violinista en el tejado del mundo

Eddy Marcano es un virtuoso del violín que ha tocado con cuanto músico de talento hay en el país. Ahora se presentará en escenarios de lustre en Estados Unidos. Gracias a sus acordes, el pajarillo retumbará en el Carnegie Hall de Nueva York
Las cuerdas virtuosas de Eddy Marcano


http://impresodigital.el-nacional.com/suplementos/2009/09/27/­Fotografías Claudia Rodríguez claudiarromero@yahoo.com ­
Agradecimientos Roberto Palmitesta ­ Fadella Lares, Centro Cultural Corp Group.




"¿Papá, por qué cierras los ojos cuando estás tocando?" Victoria Marcano, de 8 años, tiene razón; cada cierto tiempo, su papá se refugia calladamente bajo los párpados cerrados cuando se apropia del violín y el arco. O como él mismo reconoce, cuando la música se lo lleva lejos. "Porque me gusta mucho lo que estoy haciendo", sonríe él. Eddy Marcano cuela la anécdota mientras comienza a calentar con el instrumento en el vacío escenario de la sala de conciertos de Corp Group. Al principio, hace sólo escalas. Luego comienza a tejer con el arco un tapiz apretado de notas limpias y elegantes.

Lleva 15 minutos improvisando, y va tan rápido que al trasluz de los reflectores las cuerdas desprenden un polvillo finísimo y plácido. Cuando termina, Marcano no resopla. No suda. Ni siquiera sacude discretamente los brazos para relajarlos. ¿Qué son 15 minutos de ejecución para él? Además de ser director de orquesta, desde hace más de 20 años integra la fila de primeros violines de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar. Durante ocho, presidió la Orquesta Sinfónica de Nueva Esparta. Ha grabado dos discos propios ­ Venezuela en violín 1 y 2­ y ha participado en una larga lista de proyectos de otros músicos nacionales. En noviembre de 2008 tuvo su debut neoyorquino como solista durante la Latin American Culture Week de esa ciudad, que dirigen el tenor Plácido Domingo, el músico y compositor Paquito D’Rivera y la pianista Polly Ferman. Ahora Marcano se prepara para iniciar una gira de tres semanas por EE UU, que lo llevará a tocar el 14 de octubre en el prestigioso Carnegie Hall.



Si tuviera un álbum de barajitas con los grandes nombres de la música venezolana contemporánea con los que ha colaborado, podría presumir que lo tiene casi lleno, pero su estreno en el Carnegie Hall tiene cartel propio. De la mano de Héctor Molina en el cuatro, Gustavo Caruci en la guitarra y José Puente en el contrabajo, Marcano presentará con su violín un repertorio de obras venezolanas entre las que figuran pajarillos, valses, merengues, joropos, ondas nuevas, pasajes y danzas zulianas.

"No estoy nervioso, pero sí muy emocionado. Me entusiasma tocar ahí por todo lo que representa", confiesa.

Su acento es rápido como el de un oriental, pero ondulado como el de un maracucho: por donde se le escuche, evidentemente confunde, aunque se ve que ese desconcierto ajeno lo divierte. "Soy de Cabimas pero crecí en Margarita. Ya tengo más de 20 años viviendo en Caracas, pero de vez en cuando todo se me mezcla, ¿vos sabéis?", explica con picardía. El menor de tres hermanos ­hijo de un profesor de inglés y una ama de casa­ aprendió en La Asunción a tocar cuatro a los cinco años. "Mi hermano Carmelo punteaba y yo lo acompañaba. En mi casa se oía de todo: Gualberto Ibarreto, Doris Day, Nat King Cole, Bob Fleming, Lilia Vera, los calipsos que oía mi papá cuando volvió de aprender inglés en Trinidad...

Después empecé a tocar mandolina y luego me enamoré del violín. No sé qué pasó ahí. Me hechizó".


Violín en la maleta. El romance fue fulminante, atrevido, inexorable. El muchacho de 17 años se aferró con hombro y quijada a su idilio de madera. ¿Lo apoyaron en su casa cuando dijo que quería venir a Caracas a estudiar violín? "Has dado en la tecla". Se sonroja, se ríe, traga grueso, todo a la vez. "Al principio no mucho, pero yo me empeñé". Su tía Jesusita ­hermana de su padre­ fue quien lo recibió en la capital.

"Ella vivía en Caricuao y me `adoptó’ por un tiempo. `¿Usted quiere estudiar música? Vamos al conservatorio, pues. Aquí está su sopita, ésta es su cama", recuerda con cariño. "Ya después de un tiempo, empecé a rodar por residencias, pero no duraba mucho. Me botaban", dice con una carcajada. ¿Por qué? "Cuando uno llegaba de clases, con el nivel de exigencia que había, sabíamos que al día siguiente nos iban a preguntar a uno por uno. Nadie podía desperdiciar el tiempo de estudio, así que yo practicaba a la hora que tuviera libre. Dos, tres, cuatro de la mañana...", se ríe. "Cuando amas lo que haces, sientes que siempre te faltan horas para eso. Y cuando por fin todos los compañeros de casa éramos músicos, entonces nos encerrábamos en los baños o nos turnábamos las terrazas para ensayar. Son los únicos sitios en los que no molestas a nadie".






Pudo más la voluntad que el escepticismo. "Cuando en mi casa se dieron cuenta de que esto iba en serio y que entré a una orquesta profesional, comenzaron a entender que esto era lo que yo de verdad quería hacer, y como ya me pagaban, también entendieron que iba a poder vivir de esto. Primero estuve en la orquesta Juvenil del Distrito Federal y luego en la Sinfónica de la Juventud Venezolana de Simón Bolívar. Todo eso ayudó. A partir de ahí me dieron todo su apoyo, y creo que desde ese momento comenzaron a sentirse muy orgullosos de que yo hubiera escogido ser músico", asegura. "Desde entonces están muy pendientes de lo que hago, todo les emociona. Son mi soporte y siento que cada logro mío les da mucha felicidad. Ahora entiendo que no era que ellos no quisieran que yo estudiara música, sino que tuviera algo más seguro primero, algo de lo que pudiera vivir. Pero creo que esa presión y esa lucha por dominar el violín me ayudaron mucho y me dieron un filo increíble".

Después de afinar sus estudios en Londres y en la Universidad de Indiana, y de integrar grupos como Opus 4, Onkora y Arcano, su manejo del instrumento no es cuento. "Eddy es un fenómeno. Una vez estábamos tocando la misma pieza en un concierto importantísimo y a él se le rompió una cuerda", relata su amigo Rafael "El Pollo" Brito. "Fue justo antes de que empezara mi solo de cuatro, que no iba a ser muy largo. La gente por supuesto que se dio cuenta de lo que estaba pasando, porque cuando una cuerda de violín se rompe, salta y suena como una pedrada", explica. "Eddy salió de la tarima, la cambió volando, afinó y entró otra vez a tocar justo cuando yo ya estaba terminando mi parte. Los dos nos echamos a reír.










Nos quedó como de comiquita".

Está visto que sus colegas no se atreven a ponerle rótulos; con su formación académica y su vena popular, Marcano se mueve cómodo entre las sinfonías y los merengues criollos. "Es imposible etiquetarlo, porque él investiga muchísimo y le da un valor muy alto a todo lo que hace, sea como solista, como director, acompañando o colaborando con alguien. Está en una constante búsqueda de perfección", dice el músico Francisco Pacho Flores.

Éste es el tipo. Marcano fue uno de los jóvenes que se formó en el entonces incipiente Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela.

"El propio maestro José Antonio Abreu nos dirigía. Un día me sacó de los violines y me puso a conducir". ¿No fue eso lo mismo que hizo con Gustavo Dudamel? "Exactamente. A él no le da miedo decir: `Fulanito, tenga, siga usted’. Como director, él siempre se esfuerza en sacar de cada grupo un sonido particular, y para nosotros era un lujo ir viendo cómo lo logra". ¿No da pánico que Abreu le pase a uno la batuta? "Claro, es una presión terrible", confiesa a carcajadas.

"Pero bueno, lo más grato de dirigir es lograr que la obra suene como uno la oye en su cabeza.

Además, estás guiando un ente `vivo’. Si te sientes triste, la orquesta te responde con tristeza.

Si estás inseguro, igual". ¿De qué depende el respeto de sus discípulos? "Del estudio. Mínimo, la primera vez que te paras delante de la orquesta ya tienes que saberte la obra de memoria y estar muy claro en lo que quieres.

Cuando abres la boca para dar la primera indicación, los músicos deberían pensar `éste es el tipo".

A sus 44 años, varias orquestas de América Latina piensan que Marcano es el tipo. Lo han invitado a dirigir en Colombia, Uruguay, Guatemala y Panamá, país en el que preside el Campamento Musical de la Asociación de Conciertos que se celebra cada año con niños y jóvenes. Como violinista, se ha presentado en festivales nacionales e internacionales y ha sido comisionado musical de la UNESCO para fundar orquestas infantiles y juveniles en varios países. También le han ofrecido cargos fijos como director titular de orquestas, pero se siente más cómodo con las invitaciones, con su carrera como solista y su atril en la Sinfónica Simón Bolívar.

Sobre el futuro melodioso de sus hijos ­Victoria y Sebastián, de 8 y 4­ prefiere no hacer planes. "Si van a dedicarse a la música, me gustaría que fuese algo que saliera de ellos mismos. No quiero que se sientan obligados, aunque creo que en cualquier momento me van salir con algo", dice con gracia. Hace poco estuvo con su familia en Disney, donde la hija lo arrastró hasta una atracción que tenía una guitarra eléctrica enorme en la fachada. "A ella le encanta el rock, y con la cosa de que había música ahí adentro, entramos.

Resulta que te hacen montar en un carrito que arranca soplado a mil por hora, y vas dando vueltas en la oscuridad con canciones de Aerosmith a millón en los oídos. Taca, taca, taca", dice el director sacudiendo con fuerza una mano. ¿No le gusta esa banda? "No, si Aerosmith fue lo de menos, yo oigo de todo. Es que a mí no me gustan las montañas rusas", se ríe. "Con el cuento de la música, me engatusaron".


Fuente; Revista Todo en Domingo



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