Omar Pereney es el tercer venezolano que cuenta con un espacio propio en el Canal Gourmet. Dirigido a un público adolescente y apenas iniciada su primera temporada, su nombre da señales de su espíritu, al declararse cocinero en primerísima persona. Una afirmación inusual cuando se trata de un muchacho de 15 años, etapa de la vida donde muy poca gente logra saber, con seguridad, lo que quiere ser.
Pereney es un joven extrovertido. Habla fluidamente y a ratos da la impresión de que tiene más edad. Opina sobre la vida con una seguridad pasmosa, pero se entiende de alguien que a los 12 estaba claro en su amor hacia los fogones. Así empezó esta historia, y poco a poco se ha ido colando entre los cocineros más reconocidos del país. De hecho, cada uno de los 13 programas, ya grabados, es en homenaje a sus mentores: Héctor Romero, Juan Carlos Bruzual, Sumito Estévez, Wéndoly López, Paul Lanois y María Eliza Rommer.
“Estaban buscando alguien para conducir un programa dirigido al público adolescente. Nosotros no lo sabíamos —refiriéndose también a su papá, quien fue el de la idea de proponerlo para un programa de televisión—, mandamos una propuesta y en 36 horas recibimos respuesta. Nos dijeron que estaban interesados, que el equipo que producía el programa de Sumito, Venezuela Mía, estaba en Venezuela y que ellos me harían una prueba. Creo que mi ventaja fue que yo soy cocinero de verdad, verdad, no un muchacho que ponían a cocinar ahí”, afirma Omar.
El piloto tardó aproximadamente tres semanas en llegar a Argentina. Luego de la primera llamada, todo sucedió sin contratiempos: dos viajes a Buenos Aires, el primero para establecer los términos de la producción y el segundo para entrar de lleno en las grabaciones. En principio, estaba destinado al segmento del cono sur, pero apenas terminó la elaboración del primer episodio, ya estaba ubicado en la parrilla de programación que va desde México hasta la Patagonia.
Fogones juveniles
El programa Yo, Cocinero tiene un claro corte adolescente. Omar viste una franela con delantal y la cocina se ubica en “su habitación”, decorada una computadora de última generación, una bicicleta y colores brillantes. Las recetas de la primera temporada se escogieron alimón entre Omar y su papá, y luego las discutieron con la producción de la televisora. En principio, eran de un corte más venezolano, pero dado que algunos de los ingredientes no se pueden adquirir en otros países de Latinoamérica, se simplificaron al máximo. “Hubo ingredientes no negociables como el uso de ciertos quesos y el papelón para los golfeados, porque sin eso ya es otra receta”, apunta Omar.
Tomó dos semanas hacer los primeros programas, donde se cortaron y cocinaron al son de indicaciones del director y bajo el ojo de camarógrafos una pizza de tomates cherry, golfeados, pollo a la cacerola, pastel de polvorosa, pan de jojoto, torta de cambur y arepas de varios rellenos. Todo explicado bajo su hablar rápido caribeño y algunas improvisaciones que resuelve con gracia y sin mayor dificultad.
Un claro espíritu criollo de las manos de un muchacho que pasa el tiempo libre que le dejan los estudios en la cocina de El Comedor de Sumito. Sus amigos son los cocineros, sus juguetes tablas, ollas y cuchillos, su iPod revienta al ritmo de Jason Mraz y Jack Jhonson al son de “Banana Pancakes” que canta junto a sus compañeros-compinches, frente a los fogones. “Los 15 años son los viernes y los sábados, y ese día trabajo. He roto el paradigma que la gente tan joven no puede cocinar, siento que les hice el favor a quienes vienen detrás de mí”, afirma Omar, quien asegura que no concibe su vida sin la cocina, sin la adrenalina que se genera cuando se sabe que hay comensales hambrientos en el salón.
Por Vanessa Rolfini
Cortesía Canal Gourmet
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