José Roberto Coppola jcoppola@el-nacional.com
Con ganado mérito, las piezas de diseñadores locales logran reseñas de prensa en chino o italiano, se venden en rublos o coronas danesas, se alzan con premios lejos de estas latitudes y se venden desde Buenos Aires hasta Berlín. Desfilan en pasarelas en Acapulco o Tokio, se exhiben en vitrinas en Río de Janeiro, Barcelona, Hong Kong, Hawai o París y en boutiques propias en Australia o Panamá. La nueva generación de diseño emergente del país se apodera de todo el orbe
Desde los puntos cardinales más opuestos del planeta, varias marcas de diseño emergente venezolano están demostrando que pueden competir a igual en mercados cada vez más globalizados. Con más de 27.000 fans en Facebook, que vienen de los confines de tierras ajenas como China o Israel, la marca Hot Chocolate Design que se ha convertido en una firma de culto en el país no sólo ha conseguido reseñas en publicaciones en Taiwán, Ciudad de México o Barcelona. Además, ha logrado exhibir sus diseños en vitrinas en Gijón y Madrid y en una tienda itinerante en Chipre. "En Europa están cansados de sus propuestas, por eso hay un interés en Latinoamérica.
Somos una cultura colorida con productos de diseño interesantes", saca cuentas Carolina Aguerrevere, quien junto Pablo Martínez creó el concepto hace cinco años.
Venezuela tiene creaciones con propio lenguaje que se multiplican en el exterior con una ubicuidad que genera orgullo.
La diseñadora Marina Taylhardat, quien con su marca Ushuva ha sido reseñada en Vogue Latinoamérica y además ha conseguido que sus diseños se vendan en South West, Miami, coincide con esta idea: "Cada vez más personas en el exterior están rechazando las tendencias de las cadenas de tiendas y están buscando piezas innovadoras", resume. También hay quienes como Ana Patricia Laya, de la marca Objetito Sin Cultos, apostada en Buenos Aires, por propia iniciativa ha visitado tiendas para ubicar su producto en tierras sureñas. "Tienes que moverte para hacer que tus diseños entren en las tiendas", reconoce resuelta.
Con probado talento, el diseño alternativo cosido en Venezuela gana escena en otras fronteras.
Hay más ejemplos que lo confirman: marcas como Wearecat, basteada desde Maracaibo por Humberto Perozo y Carlos Elías Cabrices, exhibieron su audacia el año pasado en Ego Cibeles, la plataforma emergente de la semana de la moda de Madrid.
La merideña Neliana Fuenmayor logró lucir sus costuras en la pasarela de Japan Fashion Week.
Las joyas escultóricas torneadas en acero industrial imaginadas desde la remota Villa de Cura por el diseñador Gabriel Zimmerman se han lucido en publicaciones y pasarelas mexicanas, y la merideña Adriana Marín participó por concurso este año en Fitting Room, una plataforma de diseño en Madrid. Creaciones como la de Fabiana Kübler, que se consiguen en Londres o las iniciativas de la diseñadora Daniela Panaro con su firma No pise la grama, que ha conseguido reseñas en CNN en Español y un nuevo espacio de venta en Tenerife, se cuentan entre la avanzada de la omnipresencia del diseño criollo en el planeta.
Los conceptos locales de relieve se destacan en otras coordenadas. Con su trabajo de superposición de textiles, la diseñadora Adriana Rodríguez Magdaleno, de la firma BaraDuo, consiguió mostrar la filosofía de sus vestiduras en Glow In un evento de arte multidisciplinario en Barcelona. Allí, con la colección Alegrías hizo un desfile-performance con bailarinas, acróbatas y payasos de circo.
DE APURE A MELBOURNE
En esas coordenadas remotas que se piensan imposibles, la diseñadora apureña Yamila Guédez, formada en joyería experimental en St. Martins College of Art and Design, en Londres, ha conseguido con esa algarabía incombustible de su temperamento inaugurar este año una boutique propia en Melbourne, Australia. Y allí propone, con su extravagante lenguaje artístico, accesorios de mucho arrojo.
Toda una hazaña para la moda emergente venezolana. Desde Oceanía, ese continente de horarios inversos, ya ha participado en semanas de la moda en Sydney en donde exhibe sus collares y zarcillos en maxiformatos y construidos en materiales experimentales. "Ahora tenemos propuestas que son capaces de competir afuera y, si nos lo proponemos, podemos llegar a donde queramos", sentencia la diseñadora que exhibe sus piezas en percheros de Barcelona y París. "Para entrar en otros mercados debes hacer un repaso por sus marcas puntas para asegurar tu permanencia, pero sin perder tu identidad", cuenta el diseñador Ferdy Torrealba, quien desde La Coruña diseña la marca Ferdy.
Ya afuera, esta generación de diseño emergente consigue laureles. La orfebre Samantha Fung, formada en Barcelona donde reside se ha destacado del resto con su línea Mapa Fung. Con una mención en la International Jewellery & Silver Design Fair y con el premio Enjoiat de joyería, en el que venció a más de 80 contendientes de todo el mundo, y que le fue otorgado por la Foment de les Arts i del Disenny en 2008 en Barcelona, ha mostrado que la creatividad venezolana tiene importe artístico. "Es muy difícil porque tengo que competir con los países nórdicos que tienen escuelas de joyería de muchos años y mucha tradición", deja en claro. Pero ella lo ha logrado. Y los reconocimientos se suman en este efervescente movimiento venezolano que además de destacarse acá se crece en la lejanía. En marzo de este año la diseñadora Vanessa Boulton, de la firma Vb Caracas, se alzó con el premio Creative Accessories Design Award 2010 en los días de Miami International Fashion Week para mostrar que la creatividad criolla puede estar, como lo hacen sus carteras, gracias a una estrategia de catálogos de propia inventiva, en vidrieras desde Hawai hasta San Juan de Puerto Rico. Y ella lo sabe: "Con cada colección aprendo a nivel práctico y estético. Lo importante es darle valor a la marca y ofrecer algo distinto en un mercado tan gigantesco como Estados Unidos".
ANILLOS QUE CRUZAN FRONTERAS
Fiel a sus preceptos que se atreven a demostrar que el lujo no siempre exige metales preciosos, Nayibe Warchausky, la diseñadora valenciana apostada en Milán, formada en diseño de joyas en el Istituto Europeo di Design y que ha trabajado en alianzas con Custo Barcelona, ha logrado que sus anillos maximalistas, angulares y volumétricos elaborados en tallas en Murano, no sólo se exhiban en la capital de la moda italiana, sino en vidrieras en Berlín, La Coruña y Río de Janeiro, sin dejar de tener presencia en Venezuela.
Piezas criollas por doquier.
El lujo también se exporta desde las iniciativas de diseñadores que manejan un lenguaje de sofisticado carácter. Con cueros italianos y peruanos, pajillas tailandesas y sedas hindúes, pero ingenio y factura venezolana, la diseñadora Liliana Ávila diseña carteras y sobres, con pruritos de exigentes acabados, que devienen en una glamorosa propuesta que se consigue desde Ciudad de Panamá hasta Londres. "Combino materiales que recuerdan al trópico con otros más elegantes.
Busco expresar el realismo mágico a través del lujo. La magia latina interpretada con elegancia", cuenta Ávila. Con similar intención, las hermanas Marta y Ana Sofía Tarbay, con un trabajo fue ingenua, pero el resultado fue de calidad internacional", señala Alvarado.
HUMOR QUE SE EXPORTA
Con un vigor de esos que no prescriben, la diseñadora Ana Patricia Laya, vehemente emprendedora del diseño emergente venezolano, ha conseguido desde tierras bonaerenses que su marca Objetito Sin Cultos se sitúe no sólo en estas tierras sino en varias vitrinas del país sureño y que además haya cruzado fronteras hasta Barcelona, España. Ella fabrica chapas, franelas y tarjetas con humor cotidiano y las diseña esquivando contratiempos de producción e insumos entre Buenos Aires y Caracas.
Hay creaciones que desde acá nacieron con visión cosmopolita. El diseñador Adriano Russell, con sus piezas étnico-vanguardistas, en las que utiliza desde plumas de faisán hasta cuernos de toro crea, desde su exotismo, para un mundo globalizado.
"Mi propuesta es internacional, pero cuando diseñas para otras ciudades tienes que adaptarte al mercado sin perder tu esencia del diseño", explica quien expone sus extravagantes alhajas de estrambóticas dimensiones en galerías de arte en Hong Kong y Miami, y que además tiene representantes en San Petersburgo y Milán. Por su parte, para la marca Querida Penélope, que confecciona trajes de baño con sobrias y arriesgadas siluetas que se asientan en la estética de los 50 y que elaboran con textiles que traen de Brasil y Nueva York, venden en Londres a través de una tienda virtual, desde donde empiezan a conocer su trabajo. "Estar afuera es un tema de desarrollo y a veces Internet es tu mejor amigo para el mercadeo", apunta Martha Polanco quien junto a Andrea Baranenko dirigen la firma.
En esta reñida lucha del diseño emergente venezolano en mercados globalizados ya hay muchas victorias afuera. Y las que faltan.
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