domingo, octubre 05, 2008

El venezolano que corona a las bellas del mundo



El discreto brillo de George Wittels, comenzó como diseñador de joyas en el Miss Venezuela. Después de ocho años como creador de las diademas para el certamen, pocos conocen el rostro del hombre que exporta sus tiaras a los concursos de belleza de países tan remotos como Letonia y Eslovaquia, y otros más cercanos como El Salvador. Mientras la película Puras joyitas imagina qué pasaría si se robaran la emblemática creación, él se prepara desde su tienda en Caracas para exportar su línea de accesorios






No hay rastro de ellas. Sí, el nombre no engaña: George Wittels. Esta tienda de paredes beige, madera oscura y estantería de vidrio, ubicada en el centro comercial Paseo Las Mercedes, es propiedad y creación del diseñador de joyas de apellido austriaco que desde 1999 elabora las coronas del Miss Venezuela.
Pero aunque es indudable que éste es su espacio, y que ése que está detrás del mostrador es él, por ningún lado se observan las simbólicas diademas.
Sólo en una esquina de un salón, en la parte trasera del local, se vislumbra una torre de maletas redondas. Wittels las descubre con recelo y emoción comedida, y coloca sobre una mesa las cinco piezas cubiertas de pedrería y cristales de Swarovski.



Sólo en una esquina de un salón, en la parte trasera del local, se vislumbra una torre de maletas redondas. Wittels las descubre con recelo y emoción comedida, y coloca sobre una mesa las cinco piezas cubiertas de pedrería y cristales de Swarovski.
Consciente del embeleso que causa la joya, el orfebre explica que en su tienda, las protagonistas son sus piezas (zarcillos, collares, anillos, pulseras y toda una línea de tiaras y accesorios para novias) y que las coronas, relegadas al rincón, reinan es en los concursos.
El maracucho de 48 años, hijo de padre austriaco criado en Londres, y madre venezolana con ascendencia polaca, ha optado desde sus inicios por el bajo perfil, hasta el punto de que hay quien ha puesto en duda su identidad. "Una vez conocí a una persona y cuando me le presenté me dijo `yo conozco a George Wittels, y tú no eres él’. Alguien se había hecho pasar por mí". Y aunque aquí en esta tienda sus coronas son de igual bajo perfil que él, no pasa lo mismo en los certámenes de belleza nacionales e internacionales, donde son objeto de deseo de beldades emocionadas y foco de las miradas expertas de los organizadores y hasta de un director de cine venezolano que decidió hacer la película Puras joyitas –actualmente en cartelera– para contar qué pasaría si se robaran la diadema del Miss Venezuela.



Él, el hombre de la discreción, hace alrededor de 40 coronas para el país, y casi una decena más que le han pedido desde otros rincones del planeta. "Hice la de Letonia y la de Eslovaquia, y la gente de Bahamas me encontró en la página web de la organización y me llamó". Además, ha elaborado la joya para El Salvador, para tres concursos en República Dominicana, el Miss Mesoamérica, celebrado en Houston, y otra competencia de belleza en Guatemala.
Al hablar tiene un acento que no pertenece a ningún país específico y que se enfatiza cuando pronuncia las erres como eres. "Es porque tengo frenillo", dice, pero explica que también se debe a que en su hogar se hablaba en inglés. Su papá Alfons Wittels nació en Viena pero a los ocho años, los abuelos, que posteriormente murieron en un campo de concentración durante la Segunda Guerra Mundial, lo enviaron a Londres.
Allí, Alfons conoció a Sulamita Giberstein, una maracucha que estaba de paso por la capital inglesa. "A las dos semanas se comprometieron y a los dos meses se casaron. Todavía están juntos", dice George.
Su relación con el Miss Venezuela comenzó cuando Osmel Sousa, organizador del certamen, le preguntó al diseñador Elmar Fidler, dónde compraba sus piezas y éste le respondió que en Maracaibo, en la tienda de unos hermanos de apellido Wittels. George había llegado de Nueva York, graduado de ingeniería de sistemas y administración, y junto a su hermano menor Freddy (él es el del medio) había decidido seguir la tradición familiar –su abuelo materno y su padre estuvieron en el negocio de las telas y los vestidos– y fundar Moda In.
"Los vestidos del Miss Venezuela se comenzaron a hacer con telas de su tienda. George me asesoraba con los diseñadores, me decía `mete a fulano’ y yo le hacía caso porque tenía buen ojo y sentido de la estética", explica Osmel Sousa.




Wittels coqueteó con otras formas de expresión artística.
Por un tiempo pintó y llegó a exponer en una galería en Soho, Nueva York, y estudió escultura en la Escuela de Artes visuales Cristóbal Rojas. El salto a la orfebrería ocurrió gracias a la coincidencia de tres hechos fundamentales: 1. Entre 1981 y 1983, mientras estaba en Nueva York, Wittels estudió gemología y diseño de joyas con la idea de comercializar gemas. 2.
Le confeccionó al diseñador Guy Meliet una camisa de metal para el vestido de una miss. 3. Osmel, al ver la pieza que el maracucho le creó a Meliet, le encargó una réplica de los zarcillos mágicos, esos que según la leyenda, garantizan el triunfo de la candidata que los use. "Se los hice a Ninibeth Leal, y ganó", dice Wittels. Sousa rememora la anécdota y reconoce el talento del orfebre: "Captó la pieza, le quedaron perfectos. Yo los tengo guardados todavía".




En el certamen de 1995, Wittels elaboró su primera colección de accesorios para acompañar los vestidos de Ángel Sánchez. "Cuando pienso en su trabajo me vienen a la mente piezas brillantes y de dimensiones importantes. Desarrollamos juntos algunas ideas para novias e, inclusive, para complementar mis modelos cuando yo incorporaba bisutería en mis trajes", dice Sánchez vía email. Después de ese trabajo, a Wittels lo contrató la tienda estadounidense por departamentos Saks Fifth Avenue para que desarrollara una línea de accesorios. "Ellos vinieron al país a vestir a Maite Delgado, pero la compañía de seguros no les permitió traer sus joyas y me buscaron a mí para que creara unas", rememora Wittels.
En 1999, Osmel Sousa le encarga la elaboración la corona del Miss Venezuela y así Wittels comienza su historial como el creador de la alhaja. Freddy Wittels cree que el hecho de que su hermano confeccione coronas no es una casualidad: "Lo tenía en la sangre. Mi abuelo materno comercializaba tiaras para novias en su tienda Chic Parisienne en Maracaibo". George recuerda que cuando niño visitaba esa boutique y jugaba con los cristales y las gemas: "Me llamaba la atención el brillo", dice.



CAUTELOSO PERO FIRME



El taller de George Wittels es, sin duda, uno de sus secretos mejor guardados y en los últimos años sólo ha sido visitado una vez por Osmel Sousa, pues el diseñador es receloso con las técnicas que él ha descubierto a punta de ensayo y error. "La orfebrería la aprendí solo, y luego se la enseñé a mis empleados. El único lugar donde me dieron alguna pista fue en los locales donde compraba las herramientas y máquinas". Creó el taller en 1996 pues no encontraba quién elaborara las piezas exactamente como se las imaginaba: "Para poder llevar a cabo lo que uno tiene en su cabeza, debe hacerlo uno mismo".


A él le gusta hacer las cosas a su manera y de eso da fe Sousa: "Es un poco terco al principio. Yo le pido la corona, y le digo `la necesito, apúrate’ y él me la manda al final pero le queda perfecta". Freddy Wittels también reconoce este rasgo de su hermano: "Es muy detallista y le gustan las cosas bien hechas". George acepta esta característica y explica por qué la cautela es, tal vez, una de sus marcas. "Por andar solo, con pies propios, hay quien ha tratado de golpearme. Hay gente muy buena, pero también hay personas con poder en la moda que te quiere dañar", afirma.
Así, el orfebre prefiere hacer gran parte del trabajo aunque esto implique mayor esfuerzo. Las editoriales de moda de sus accesorios las coordina y ejecuta él mismo. Busca a la modelo, el vestuario, y está cerca cuando la arreglan, la maquillan y por supuesto cuando toman las fotografías en la parte trasera de su tienda que ha acondicionado como estudio.


Sólo después de insistir accede a abrir las puertas de su taller, un recinto pequeño, bien equipado y sorprendentemente organizado con cientos de cajitas de plástico –al estilo Tupperware– que contienen diferentes materiales y están ubicadas sobre repisas. Allí Wittels elabora las piezas que vende en Paseo Las Mercedes, y las que a partir del año que viene exportará a tiendas en Miami y Chile. "Prefiero no dar más señas antes de que suceda", dice cuidadoso.
Ha tenido propuestas para convertir su tienda en una franquicia en Caracas y Panamá, pero explica que por los momentos no tiene capacidad para asumir esa producción y opta por concentrarse en las piezas de joyería, elaboradas con oro y plata, que expondrá a partir de finales de marzo en una galería en París, ciudad en la que participó en la semana de la moda junto a la diseñadora de origen japonés Fukuku Ando. "En esa oportunidad George creó una serie de tocados que gustaron mucho a la prensa especializada. Él es refinado y creativo", explica por teléfono Juan 2 Santos (nombre artístico), venezolano que representa a Wittels en la capital francesa.

ste diseñador prefiere manejar su internacionalización desde su país natal sin mudarse a otras tierras y explica que eso lo ha obligado ha rechazar oportunidades: "La cadena de tiendas Neiman Marcus me propuso hacer una línea, pero me exigían viajar con ellos por más de un año para hacer los trunk shows (especie de exhibiciones privadas que hacen los diseñadores para un sector especializado) y yo estoy casado, tengo dos niños, de siete y diez años, y no quería dejarlos solos. Además, me gusta encargarme de mi clientela", dice y confiesa que disfruta crear accesorios para las mujeres venezolanas porque son atrevidas y no le temen a la dimensión o el estilo llamativo de las piezas.
La personalidad reservada de Wittels llamó la atención de Ángel Sánchez cuando trabajaron juntos. "Es muy serio, nada flamboyante. Luce más como un hombre discreto, que como un diseñador de joyas", dice Sánchez.
Wittels, quien a pesar de su sencillez –viste con jeans y camisa mangas cortas– se preocupa en lucir bien para las fotografías y disimula el brillo del rostro con algo de maquillaje, admite el gusto por el bajo perfil. "Yo siempre he querido que mis creaciones sean las protagonistas, no yo". Porque cuando se trata de brillar, él prefiere la misma discreción de sus coronas, resguardadas en un rincón de su tienda.

1 comentario:

francimardiaz8 dijo...

Excelente diseñador....... sin duda alguna!!!