Si alguien todavía tenía dudas de que el destino de Carlos "Nené" Quintero iba a ser musical, el lugar donde nació las disipó: San Agustín del Sur, el barrio caraqueño, y tal vez venezolano, de mayor tradición musical. Salió de allí a recorrer el país y se hizo conocer y querer por todos. "Anda, nombra un músico venezolano medianamente conocido y yo te aseguro que Nené ha tocado con él", dice el pianista y jazzista Gerry Weil como una manera de simplificar una lista impresionante: Simón Díaz, Frank Quintero, El Trabuco Venezolano, Alí Primera, Ilan Chester, El Medio Evo, Franco de Vita, Yordano, Luz Marina, María Rivas, Jorge Aguilar, Kiara, Ricardo Montaner, Sergio Pérez, Cecilia Todd, Pablo Dagnino, Guaco, Pedro Castillo, Marisela Leal, Víctor Cuica, Trino Mora, Servando y Florentino, Voz Veis y mejor lo dejamos en etcétera.
JAVIER BRASSESCO
EL UNIVERSAL
También en esta historia, como en la de ciertos árboles, hay que hurgar en las raíces para entender las contorsiones flemáticas de sus ramas.
Su padre fue un melómano y su madre bailó y cantó hasta sus últimos días. Su tío abuelo fue violinista y músicos sus cinco hermanos (dos de ellos formaban parte de los once integrantes del grupo Madera que murieron en el hundimiento de un barco en Puerto Ayacucho en 1980).
Una lista, también extensa puertas afuera: Celia Cruz, Barry White, Luz Casal, Paco de Lucía, Tito Puente, Eros Ramazotti, Dave Valentin… todos tuvieron el honor de tocar con ese músico universal que es Nené Quintero. A él se le pierden en la memoria: "¿El músico que más influencia tuvo en mí? ¿El que más me ha impresionado? ¡Uy, es que he trabajado con tantos! Nombrar a uno sería olvidar a otros, no sería justo. A cualquiera de ellos podrían dedicar esta página y no a Nené Quintero. Sería lo justo. No me gusta hablar de mí".
A pesar de que se forjó en los ritmos latinos con Pedro "Guachapa" García, no se limitó a los mismos y jamás se cerró a ninguna influencia. Al saxofonista Pablo Gil, quien lo conoce muy bien, es precisamente la versatilidad lo que más le llama la atención de Nené: "Es capaz de tocar instrumentos muy distintos en los más diversos contextos, y eso es lo que le ha permitido grabar tantos discos con tantos artistas. Su flexibilidad nunca deja de sorprenderme".
Desde tablas indias hasta bodhrams irlandeses, pasando por cajones peruanos, yembes africanos, maracas del Caribe y su particular baticonga, se podría decir que no hay un instrumento de percusión que le sea ajeno (ni ningún estilo: salsa, jazz, pop, rock latino, musica popular, clásica, folclórica y experimental). En una pieza que él mismo compuso, Brisas del Ávila, llega a utilizar un arsenal de delicados instrumentos para simular el sonido de las aves, de las ramas y del viento.
Todo como una manera de encauzar esa inmensa espiritualidad que resaltan quienes le han conocido, de lidiar con esa parte del alma que no trafica con palabras, que no se rebaja a permutaciones de letras.
Y tanto viajar (Europa, Sudáfrica, Asia…), experimentar, absorber estilos y empaparse de tendencias para descubrir que la música le lleva siempre al mismo sitio: "Me pongo a oír música africana y oigo a Brasil, a la costa colombiana. Cambia la armonía, pero los motivos rítmicos son los mismos. No dejo de oír a mi barrio". Al final, por más mundo que recorra, sabe que ya nunca saldrá de San Agustín del Sur.
Brisas del Ávila
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