En Times Square siempre es de día. Incluso la noche más oscura del invierno se ilumina gracias a los millares de bombillos que enmarcan los sueños del mundo entero. Justo allí, en el corazón de Broadway, dos artistas venezolanos cuelgan sus nombres de las marquesinas y cada noche hacen soñar al público con sus interpretaciones. Marielys Molina y George Akram han logrado una meta que muchos anhelan y pocos alcanzan: protagonizar un musical en La Gran Manzana.
Broadway con V de Venezuela
Eloísa Maturén elomat@gmail.com / @elomat
Fotografías Luis Cobelo / Nueva York
La ascensión de Marielys
Sube el telón y suena la voz aterciopelada de Frank Sinatra. Se esboza una sonrisa en el rostro de la audiencia: la noche será memorable. Tras algunos compases que sirven para presentar a los diferentes personajes que darán vida a la obra, entra al escenario una morena de cabellos revueltos y andar felino. Es la más pequeña en estatura del grupo, pero sin poder evitarlo, los ojos irremediablemente empiezan a seguir su andar. Marielys Molina interpreta el rol de Kate, una mujer sexy, hermosa, chispeante y llena de energía. Es primera figura en el musical Come Fly Away y lo vive con la comodidad de su propia piel.
Molina empezó a estudiar ballet con Xiomara Vasconcellos, quien fue su mentora y maestra.
Siempre supo que su vida sería bailar. A los 16 años conoció el jazz cuando audicionó para el ballet de RCTV y fue amor a primera vista. "Casi al mismo tiempo conocí a Anita Vivas y a Antonio Drija. Con ellos descubrí lo que era Broadway. Justo en ese momento entendí que un musical involucra todos los estilos de danza, además de actuar y cantar, así que dije: esto es lo que yo quiero hacer".
Broadway se convirtió en un anhelo, por lo que empezó a considerar la idea de lanzarse a la aventura y probar suerte. "Recuerdo que lo conversé mucho con Anita Vivas y ella sólo me decía `Nueva York es tu lugar’. Me costó mucho tomar la decisión porque no quería dejar a mi familia, pero finalmente empaqué mis maletas". En el año 2000, aterrizó en la Gran Manzana.
Los comienzos suelen ser adversos. "No tenía mucho dinero y además no hablaba ni una palabra de inglés. Yo ni siquiera sabía que `Hi’ y `Hello’ significaban lo mismo", cuenta, sonríe ampliamente y se detiene un segundo a recordar como si estuviera reviviendo aquellos momentos. "Pero no tuve miedo. Tuve la sensación de que finalmente había llegado al lugar que debía".
Mientras se adaptaba a su nuevo hogar, empezó a trabajar en un show pequeño fuera de Broadway apoyándose en la danza, ese lenguaje universal que no conoce las barreras del idioma. "En esa época empecé a trabajar en un Dunkin Donuts y a veces no entendía lo que pedían los clientes, pero con señas resolvía", agrega entre risas.
Así llegó la primera oportunidad: una beca que obtuvo en el Broadway Dance Center, una de las escuelas más importantes de Teatro Musical de la ciudad.
"Gracias a eso pude tener clases durante seis meses de los más diversos estilos, cosa que no habría podido hacer por mi cuenta porque las clases eran muy costosas.
Así pude entrenarme y conseguí mi primera audición. Era la primera vez y no tenía nada preparado. Creo que el tema que canté fue `Cumpleaños feliz’ en español".
La prueba dio resultado.
"Conseguí mi primer trabajo en Broadway, el espectáculo se llamaba Swing y el estilo era de baile de salón. Luego de una temporada en Nueva York, empezamos una gira que nos llevó por muchas ciudades de Estados Unidos".
Uno de los momentos más difíciles fue afrontar el final de ese primer contrato. "Te empieza a agobiar la incertidumbre.
Sólo puedes pensar en que no tienes trabajo". Para ocupar su tiempo empezó a estudiar hiphop y encontró un nuevo cauce para su talento. "Comenzó una temporada muy enriquecedora en la que tuve la oportunidad de bailar con artistas como Puff Daddy, Beyoncé, Nelly Furtado, los premios MTV, Jay Leno, Saturday Night Live. Después de esa etapa volví a Broadway con un espectáculo llamado Sweet Charity of Broadway, con coreografía de Bob Fosse, otra leyenda del teatro musical".
Antes del musical en el que ahora destaca, tuvo un momento de duda. "Justo antes de empezar, se presentó una disyuntiva en mi vida", cuenta la bailarina venezolana. "A mí me gusta mucho cocinar así que pensé que de pronto era buena idea ponerme a estudiar para ser cocinera".
Sin embargo, Molina decidió dejar los fogones a un lado por el momento y se presentó a una audición tras recibir una llamada de la coreógrafa Twyla Tharp, una de las figuras más reconocidas de la danza a nivel mundial.
"Yo había perdido la oportunidad de trabajar con ella en 2003. En ese momento estaba arreglando los papeles. Desde entonces me quedé con las ganas de bailar sus coreografías y la vida me dio un segundo chance. Me fui a la audición y al principio me sentí un poco fuera de lugar. Todos eran bailarines de las compañías más importantes de Nueva York: American Ballet Theatre, el New York City Ballet. Por un instante pensé: `¿Qué hago yo aquí?’ Pero mi instinto fue seguir adelante. Me llamaron a otra audición y a los pocos días me dieron la noticia de que había quedado en el show". A estas alturas, puede hacer un balance. "He sido muy afortunada. Ahora, después de 10 años, tengo la certeza de que cuando termina una etapa, hay otra nueva oportunidad esperando a la vuelta de la esquina y lo único que hay que hacer es mantenerse trabajando en lo que se ama.
Cada día es una nueva aventura.
Trabajar en Broadway es una experiencia enriquecedora desde todo punto de vista porque te enseña a luchar contra tus miedos, a valorar cada vez que sube el telón el tener la oportunidad de presentarte ante el público. Si tuviera que definir Broadway en una sola palabra diría: magia".
Cuando Dios tiene planes
Antes de entrar en el torbellino que ha significado para su vida protagonizar uno de los musicales más importantes de todos los tiempos, West Side Story en el Palace Theatre, la vida de George Akram tenía esa incertidumbre muy propia de los vientos de cambio. Acababa de cerrar su apartamento en Miami y se disponía a emprender un viaje a la costa Oeste a probar suerte en Hollywood, porque actuar siempre ha sido un anhelo. Ese era el plan hasta que recibió una llamada que cambiaría el curso de la historia. Sonó el teléfono y al otro lado de la comunicación se encontraba Marielys Molina anunciándole que el musical West Side Story volvía a Broadway con una nueva producción y las audiciones estaban andando. "Me habló de las audiciones y recuerdo que me dijo `George, ellos te están buscando, sólo que todavía no lo saben’. Pero justo ese día eran las audiciones en Nueva York y yo estaba en Miami, así que me las perdí".
En ese momento, el plan de viajar a Los Angeles pasó a ser el plan Z y la prioridad fue lograr una audición a como diera lugar. "Este es uno de mis musicales preferidos, me gustaba desde niño y formar parte de él fue siempre mi sueño.
Traté de ponerme en contacto con varios agentes de Broadway para que me apoyaran, pero por supuesto nadie me hacía caso".
Como la vida está llena de paradojas, una de esas agencias que en algún momento no devolvió su llamada, hoy representa la ascendente carrera de Akram.
Una mañana, mientras manejaba, recibió la llamada de una amiga que le anunció que una nueva audición para el musical se llevaría a cabo en Las Vegas al día siguiente. "En ese momento hice literalmente vuelta en U y con lo que tenía puesto, me fui directo al aeropuerto, compré un pasaje a Las Vegas con millas porque no tenía dinero y a la mañana siguiente me presenté en la audición. Después de esa, tuve dos audiciones más en Nueva York y cada vez había menos gente. Tras esa cuarta audición me anunciaron que el papel de Bernardo era mío".
En octubre se cumplieron dos años desde que Akram le presta su cuerpo y su alma a Bernando durante ocho funciones a la semana.
"Este es un trabajo muy exigente porque cada vez que sales al escenario tienes que dar el 200%, como si fuera la primera vez. Creo que la única manera de formar parte de Broadway y ser feliz en el intento es hacerlo con amor. Aunque suene cursi, tienes que estar absolutamente enamorado de lo que estás haciendo".
La película West Side Story, o Amor sin barreras como se conoce en español, protagonizada por Natalie Wood, se alzó con 10 premios Oscar en el año 1961. Y en Broadway ha sido uno de los musicales más exitosos de los que se tenga recuerdo.
La vocación de Akram viene de familia. "Yo crecí bailando en la academia de mi mamá y mi papá (Anita Vivas y Antonio Drija) y por supuesto la danza es algo que aprendí a adorar desde que estaba en el vientre de mi madre. El baile lo llevo en la sangre".
El camino para llegar estuvo empedrado. "Llegué a Estados Unidos cuando tenía 17 años, al día siguiente que terminé el bachillerato, y me fui a vivir a Miami.
En algún momento tuve que trabajar disfrazado de Barney, bajo el sol abrasador de Miami. Pero agradezco enormemente esas experiencias. Tengo una foto con mi disfraz de Barney pegada en la nevera para recordar cada día todo lo que he vivido y así valorar lo afortunado que he sido".
Por ahora, seguirá caminando las calles de esta ciudad como un "new yorker" más, pero no descar- ta volver a Venezuela y participar en algún proyecto. "Sé que el cine venezolano ha tenido un auge importante en los últimos años y sería genial pasar una temporada en Venezuela actuando. Me encantaría hacer una película en mi país".
Fuente:
Todo en Domingo
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