“El cine es como la vinotinto”, Fina Torres declara su amor por la docencia y ratifica su fe en el desarrollo de la cinematografía nacional. La cineasta venezolana se encuentra en Caracas, dictando sendos talleres en el Laboratorio del Cine y el Audiovisual, mientras trabaja para obtener el financiamiento de su próximo rodaje.
Con mujeres arriba (Woman on Top), protagonizada por Penélope Cruz, la venezolana hizo lo que ningún director venezolano ha logrado: conquistar las taquillas estadounidenses y europeas.
“Ruedo una versión de la novela Sensatez y sentimiento, adaptada a la contemporaneidad de la comunidad chicana”. “Los latinos en Estados Unidos, con todo el mundo de la frontera y sus dramas, interesa mucho”. “Somos seres humanos que respetamos nuestras diferencias culturales”.
Texto: Alexis Blanco (Diario Panorama)
—¿Qué está haciendo en estos momentos como creadora?
—Estoy terminando de hacer una película en México, muy simpática, que se llama Esperanza, la cual rodamos en octubre pasado. En septiembre u octubre comenzaré a rodar otra, en Estados Unidos.
—¿De qué se trata ese proyecto cinematográfico?
—Ruedo una versión de la novela Sensatez y sentimiento, adaptada a la contemporaneidad de la comunidad chicana. Es una adaptación de la obra de la escritora inglesa, del siglo diecinueve, Jane Austen. Pero no será un filme de época.
—¿Cuál será su tratamiento?
—Ya Ang Lee realizó una película, ambientada en la época, con la actriz Emma Thompson. Yo ubico la historia, a partir de una adaptación especial, en el mundo chicano contemporáneo de Los Ángeles, con mucho énfasis latino. Pienso que resultará muy interesante.
—¿Es el mismo proyecto que trabaja con el guionista cubano Julio Carrillo?
—No, en este trabajo cuento con el apoyo de un maravilloso escritor cubano, que se llama Luis Alfaro.
—¿No es el mismo artífice que fundó el Teatro Chicano?
—Sí, ¿cómo sabes? ¡Qué maravilla! Siento que tenemos mucho que compartir y aprender de nuestras culturas.
—¿Guarda relación su interés por el tema con su residencia?
—Los Ángeles es muy grande. Hay un movimiento cultural y artístico, protagonizado por los chicanos, que resulta súperapasionante. Y Luis es un extraordinario ser humano, con quien he desarrollado una gran relación, de humanidad, de coincidencia política y de compromiso. Hablo de compromiso humano, no en el sentido político que antes se le ha dado a esa palabra. Un poeta y dramaturgo profundo. Para mí ha sido todo un descubrimiento.
—¿Cuánto han influido esas cosmogonías chicanas en el cine contemporáneo?
—Creo que es algo que está comenzando y que cobra cada día un auge vigoroso. Esta cosa de los latinos en Estados Unidos, con todo el mundo de la frontera y sus dramas, interesa mucho.
—¿Cuán parecidos somos a ellos, en cuanto al desarraigo y, al revés, en el apego a la tierra?
—Somos muy parecidos. Tenemos nuestras diferencias esenciales, pero cuando trabajo con un chicano, o un cubano, dominicano, puertorriqueño, colombiano o venezolano, siento que hablamos un mismo lenguaje. Como si fuera alguien de mi familia. Porque, en el fondo, lo es, lo somos.
—Eso se siente mucho en su cine. Penélope Cruz estuvo estupenda en Mujeres arriba...
—Ella es una cocinera brasileña y, fíjate, a pesar de que no habla el mismo idioma, se siente la misma fuerza de solidaridad y arraigo. Somos seres humanos que respetamos nuestras diferencias culturales.
—El tema de la mujer, en nuestra cultura, adquiere una vigencia extraordinaria, a lo cual se añade lo de la violencia...
—Claro. Creo que la mujer en Estados Unidos ocupa un rol absolutamente preponderante. Estamos en igualdad de condiciones y, cuidado, si más allá. Están integradas en un sentido de responsabilidad, no sólo en sus hogares, sino que resultan factores productivos indispensables. Forman parte de una nueva era.
—¿Alude la vigencia del matriarcado?
—Pero un matriarcado moderno. No a la antigua, que de todas formas, alude ciertos roles pasivos, donde ellas se quedan en casa, esperando. Ahora no. La mujer sale y llega a su trabajo y despliega roles de liderazgo productivo. Devienen en “providers”, proveedoras.
—¿Escribir guiones “a cuatro manos” representa una tesis?
—La literatura se hace sola. Pero, como el cine es un trabajo de equipo, muchos directores preferimos trabajar los guiones a cuatro manos. Siempre los escribo con alguien. Porque, si los hago sola, termino aburriéndome mucho. Me da pánico la página en blanco. Se me hace más fácil y divertido. El Laboratorio de Cine del Centro Nacional de Cinematografía aceptó mi propuesta para un Guión a cuatro manos. Ya veremos.
—¿Y qué hay del trabajo que desarrolló con el cubano Carrillo?
—Lo comenzamos a escribir hace dos años y sucede en la Cuba contemporánea. Una comedia romántica. En principio se llamaba Eva, y ahora la hemos llamado Un té en La Habana. También admiro mucho a Julio. En principio era un proyecto francés. Puse, como condición, que quería reescribir el guión. Para evadir ciertos clisés. Fui a La Habana y convoqué un casting de guionistas y entonces apareció él. Es el producto de un taller, también a cuatro manos.
—Antes habló del proyecto Esperanza. ¿Podría precisarlo?
—Viene de otro proyecto súperinteresante también, de unos productores venezolanos radicados en México, que trabajan más en televisión, haciendo telenovelas. Piensan hacer algo así como un canal HBO, porque convencen a las televisoras para hacer las telenovelas en formato de cine y, si quedan muy buenas, terminan llevándose al formato de películas. Un proyecto revolucionario para México que insta a nuevos financiamientos. Así, nos llamaron a algunos directores, con cierta trayectoria y fama, para que participáramos. Son seis películas, con directores como Mauricio Wallerstein, Mariana Rondón, no recuerdo el nombre de los demás. es una oportunidad de abrirle ventanas al cine latinoamericano.
—¿Cómo enfoca ese fenómeno del cine latinoamericano?
—Está agarrando puestos muy importantes en el mundo. Tenemos cinematografías, como en México, Argentina, Brasil y, ahora, Venezuela, donde pienso que, si se mantiene la continuidad que se perfila con la inversión y apoyo que el Estado está brindando, con esa nueva Ley de Cine aprobada, con el Cnac, con el Laboratorio del Cine y, muy importante, la nueva Villa del Cine, creo que es ahora o nunca.
—¿Regresaría al país para contribuir con ese proceso?
—A mí lo que más me hala, lo que me mueve, es la docencia, porque me encanta dar clase. Lo de la escuela de cine, los talleres, estoy segura que me harán venir con mayor frecuencia. Porque allí está la base del nacimiento de un movimiento de cine venezolano. No casos aislados, sino una continuidad de una película tras otra, contando cosas diferentes, pero con su marca. Éste es el momento para que el cine sea como la selección vinotinto.
Fuente: Diario Panorama
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