Su voz fue parte de una época capitalina, no hubo fiesta a la que no asistiera, le cantó a Pérez Jiménez, y celebró en El Ávila la apertura del Humboldt
Por Johan M. Ramírez
Foto: Natalia Brand
Sobre la mesa había un cajón repleto de fotografías de todas sus épocas, recortes de prensa, afiches y memorias que recogen el tránsito de una vida dedicada a la música en Caracas. Es que, antes de responder la primera pregunta, Memo Morales viajó en el tiempo, recorrió sus inicios a través de las imágenes, reconoció personajes, celebró anécdotas, lamentó ausencias, se conmovió… luego sí comenzó la entrevista.
"Recuerdo que, siendo niño, y estudiando en el Miguel Antonio Caro de la avenida Sucre, yo me montaba en los autobuses y le cantaba a la gente para no pagar pasaje", cuenta hoy, a sus 70 años. De aquellos inicios derivó con el tiempo un oficio de vida, una tarjeta de presentación, una voz y una cara conocida: se hizo cantante profesional.
Así entonó melodías para Marcos Pérez Jiménez, cuando éste celebró uno de sus cumpleaños en el Círculo Militar. Su voz también resonó en la cumbre de El Ávila, cuando se inauguró el Hotel Humboldt a mediados de los cincuenta. En aquella ocasión Morales cantó durante treinta días consecutivos para los primeros visitantes de la novedosa construcción.
Entonces llegó una etapa a su vida, una influencia inobjetable. "No tengo la menor duda de que mi pasantía por la orquesta de Billo me abrió muchas puertas. Ese fue un momento muy grande en mi carrera". En efecto, durante doce años perteneció a esta mítica agrupación, la Billo's Caracas Boys, que reunió a los mejores cantantes de su tiempo, y que se hizo elemento obligatorio de todas las parrandas capitalinas."Esos fueron años inolvidables. Nos pasaron muchas cosas hermosas que uno siempre quiere recordar", asegura.
Por aquel tiempo, jamás faltó su música en los aniversarios de la ciudad. Cada año era en un sitio distinto, pero siempre en la calle, bajo el sol, rodeado de gente que se enfiestaba al ritmo de sus canciones. "Tocamos en el Parque Los Caobos, en El Calvario y bajo el Arco de La Federación en El Silencio", dice, y entonces recuerda una ocasión muy especial, multitudinaria, una que le cuesta explicar con palabras. "Fue en la Plaza Venezuela. Recuerdo que trancaron todas las avenidas cercanas, y pusieron una tarima en el medio para que nosotros tocáramos. No se me olvida que aquel día, en medio de todo el público, estaba por allá, junto a la Torre Capriles, Isidoro con su coche, paradito, escuchándonos", rememora y apenas logra contener las lágrimas.
"Hoy en día -apunta-, cuando voy por la ciudad, me la paso diciéndole a mi mujer: 'Mira, aquí tocamos una vez', 'mira, allá hicimos tal cosa'. Caracas está llena de recuerdos para mí".
Y justamente aquella estadía con el maestro Billo Frómeta, enamorado confeso de la capital, le contagió de los amores urbanos. Durante ese tiempo grabó media decena de canciones dedicadas a esta metrópolis: Epa Isidoro, Canción de Caracas y Sueño Caraqueño, entre otras.
Así, entonces, su voz hizo bailar a un par de generaciones. En aquel momento no lo comprendía, pero hoy ya ha caído en cuenta de que su música se sembró en este suelo como una tradición artística sin la cual no es posible concebir el pasado de Caracas.
Aquella época lo marcó para siempre. Casi llora cuando tararea algunas canciones, sonríe con emoción, y confiesa, entonces, un secreto: "Aunque no lo creas, todavía sueño que estoy cantando con la Billo's. Es increíble porque son sueños muy reales, y me veo con todos los músicos, cantando y bailando. ¡Qué tiempos!".
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