sábado, junio 07, 2008

Eugenio Montejo, el ausente siempre presente

Ecuánime, humilde, amable, generoso, heredero de la gran tradición poética venezolana, firme en sus convicciones es lo que dicen sus colegas de Eugenio Montejo.

“Dura menos un hombre que una vela/ pero la tierra prefiere su lumbre/ para seguir el paso de los astros”, escribió en Muerte y memoria el poeta y ensayista venezolano Eugenio Montejo, quien falleció a los 70 años de edad en su país natal.
Sus versos cobran notoriedad a través del cine después de que el actor Sean Penn recitó en la película 21 gramos, dirigida por el mexicano Alejandro González Iñárritu, estos versos de Montejo: “La tierra giró para acercarnos, giró sobre sí misma y en nosotros, hasta juntarnos por fin en este sueño”.

CARMEN ROSA GÓMEZ
EL UNIVERSAL

Eugenio Montejo es uno de esos seres que nos hace privilegiados, porque aunque se vaya nos deja sus palabras. Y gracias a Dios dejó muchas, porque el vacío que su muerte abre es inmenso.

Se fue a morir a Carabobo, de cuya alma máter central era egresado. Lo hizo de forma silenciosa y reservada, como todos afirman que era él. Una muerte que sorprende por la premura con que la enfermedad quiso llevárselo.

Había llenado su bibliografía de unos versos que tienen la cualidad de no lucirle ajenos a quien los lee. Cosas, a veces simples, son protagonistas en los textos de Montejo, que fueron escritos con un lenguaje íntimo, cargado de sensaciones y de belleza.

A su hijo le escribió el poema Nana para Emilio: Duerme, hijo mío, en mi carne, en mis ojos,/ como dormiste antes que yo naciera,/ como dormimos durante tanto tiempo/ dentro de nuestros padres.

Este poeta, ensayista y diplomático, algo que más allá de un cargo ejercido parecía una de sus características, era un gran preocupado por el acontecer.


Tras recibir el Premio Internacional de Poesía y Ensayo Octavio Paz, en 2005, hizo reflexiones como la siguiente: "El hecho de que nada sepamos del futuro, salvo que debemos crearlo entre todos, aumenta la responsabilidad del artista. Su adhesión ética ha de estar del lado de la civilizada tolerancia y de parte del desarme tanto por fuera como por dentro del hombre".

Preso por la labor creadora de Fernando Pessoa, Montejo también se desdobló en heterónimos. Esa despersonalización lo llevó a convertirse en Blas Coll, Sergio Sandoval, Tomás Linden y Eduardo Polo. Quizá lo habitaban muchos más y no es de extrañar que hayan quedado por los rincones de su casa, en reposo, textos de estos autores esperando por el ojo riguroso del propio Montejo para ver la luz.

El guionista Guillermo Arriaga le hizo un favor a la historia al poner en boca de Sean Penn, en una escena de la película 21 gramos, unos versos de Montejo. Esas breves líneas allí, casi tan leves como los mismos 21 gramos del alma que se va, proyectaron la obra de este venezolano a personas que normalmente no se acercan a la poesía y que, sin embargo, se vieron tocadas por aquellas: La Tierra giró para acercarnos/ giró sobre sí misma y en nosotros,/ hasta juntarnos por fin en este sueño.


Ahora, que tras un giro más de la Tierra su voz se ha silenciado, hay que reencontrarse con Montejo en palabras como las que nos dejó en Los ausentes: Viajan conmigo mis amigos muertos./ A donde llego, van por todas partes,/ apresurados me siguen, me preceden (... )/ Muertos de nunca habernos muerto,/ de estar en algún tiempo, en algún parque,/ juntos y apartes, conformes, inconformes,/ mudos, charlando, con voces, sin voces,/ en verdad ya ni vivos ni muertos (... )/contentos de estar en la Tierra y de no estar en ella,/ en eternas tertulias donde, se hable o no se hable,/ todo queda para después o para antes,/ para cuando no sabíamos que después era entonces/ ni que nuestras sombras de pronto levitaban/ visibles e invisibles en el aire.




El poeta y ensayista venezolano, nacido en Caracas en 1938, se caracterizó por la rica gama textual y el gran dominio de las formas, constituyéndose en un gran representante de la poesía suramericana.
Publicó, entre otros, los libros: "Elegos" en 1967, "Muerte y memoria" en 1972, "Algunas palabras" en 1977, "Terredad" en 1978, "Trópico absoluto" en 1982, y "Alfabeto del mundo" en 1986. Es autor también de importantes ensayos, tales como, "La ventana oblicua" en 1974, "El taller blanco" en 1983, y "El cuaderno de Blas Coll" en 1981.
Entre sus más recientes trabajos se encuentra su participación como fundador de la revista "Azar Rey", co fundador de la Revista Poesía de la Universidad de Carabobo, que junto a la Universidad de los Andes le confirieron el doctorado Honoris Causa a este hombre de letras como un modesto homenaje a su trayectoria literaria.
También fungió como investigador en el Centro de Estudios Latinoamericanos "Rómulo Gallegos" (Caracas). Colaboró de manera cercana con gran cantidad de revistas nacionales y extranjeras, trayectoria que le valió el Premio Nacional de Literatura en el año 1998.

Toda una vida


Tránsito de vida. Nació en Caracas el 19 de octubre de 1938 y falleció el Valencia el 5 de junio de 2008.
Formación. Abogado (Universidad de Carabobo UC, 1968) y Sociología del Arte (Universidad de La Sorbona, París).
En la literatura. Coordinó los talleres literarios de la Casa de Rómulo Gallegos (Celarg). Director de Publicaciones de la UC. Director literario de Monte Ávila Editores. Cofundador de las revistas Poesía, Zona tórrida y Azar Rey.
Diplomático. Consejero cultural de la Cancillería, consejero cultural de la Embajada de Venezuela en Portugal y director de Relaciones Internacionales de la Cancillería.
Premios. Nacional de Literatura (1998) e Internacional Octavio Paz (2004).
Heterónimos. Sergio Sandoval, Eduardo Polo, Tomás Linder y Blas Coll.

Fuente: El Universal

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