martes, mayo 20, 2008

Aldemaro Romero: El más universal de los músicos venezolanos

Aldemaro Romero es el más universal de los músicos venezolanos, lo que no significa que sea el mejor y el que tuvo mayor éxito. Solo queremos decir que su obra- para citar un ejemplo, Fuga con pajarillo- se toca en lugares con distancias culturales inmensas, como Tokio, París y Bariloche, algo que no ha logrado la mayor parte de los músicos del continente. Es también sin dudas, uno de los más interesantes compositores nacionales, en la coexistencia de sus dos caracteres, el músico popular y el creador de música culta. En ambos casos logró cosechar reconocimientos internacionales, interesando por igual a los editores de música, a interpretes y al público de numerosos países.



Hugo Alvarez Pifano

Pero, no es así de fácil colocarle una etiqueta. Cuando intentamos clasificarlo y decir por ejemplo, que es un compositor académico, tropezamos siempre con una objeción que presenta el mismo: “Yo nunca hice estudios formales de música, comencé con mi padre y después fui aprendiendo al paso que trabajaba con los grandes músicos”. No obstante, parece que su aprendizaje autodidacta fue exitoso, pues era un excelente pianista, especialmente del género de pianista acompañante; un acertado director de orquesta, con muchas agrupaciones fundadas y orquestas grandes bajo su batuta; y, un compositor de música popular, creador de la “onda nueva”, entre otras cosas, y de importantes obras del repertorio sinfónico y coral, esto es, de música académica.
Su dimensión dentro de la música académica En efecto, es precisamente en el género de la música académica donde su obra alcanza las dimensiones de los compositores notables del siglo XX venezolano, de corte contemporáneo y al mismo tiempo tradicional. Romero es también un innovador, que trabaja con elementos modernos del lenguaje musical y de la orquestación. Sin ser un revolucionario es un creador, que ha encontrado en la música venezolana el instrumento para operar una renovación en la forma de expresar su música. Entre 1975 y 77 vivió en Inglaterra. Allí grabó con la Orquesta Sinfónica de Londres el Oratorio a Simón Bolívar, con los cantantes Morela Muñoz, Blas Martínez y Ramón Iriarte. Posteriormente, con la Orquesta Filarmónica de Caracas y la soprano Yazmira Ruiz estrenó la Suite de las tres campañas, que constituye junto con La Epopeya de Bolívar; Manuela; y, el Réquiem para Bolívar, cuatro obras de dimensiones épicas dedicadas a la memoria de El Libertador. Es autor también de Catatumbo, música para ballet (2001); de las oberturas sinfónicas Fantasía napolitana (2001); Dentro de un penetrable de Jesús Soto (2002); Cantos de Barlovento (2003); La perla negra (2003); Carnaval llanero (2003); El gran calipso (2003); y Stabat Mater (2006).
Ha escrito, así mismo, un gran número de conciertos para instrumentos de teclado, cuerdas, viento y percusión. Sin omitir, por supuesto, a la voz humana y a las agrupaciones corales. Entre ellos destacan: Suite para violonchelo y piano (1977); Cuarteto latinoamericano para saxofones (1977); Preludio y Quirpa, para cuarteto de saxofones (1997); Concierto criollo, para arpa y orquesta (2000); Concierto para flauta y orquesta (2000); Concierto moruno, para oboe y orquesta (2000); Petit concert pour Nicole, Overtura para violín y orquesta sinfónica (2001); Concierto para Teresa, Concierto para piano y orquesta sinfónica (2001); Concierto del delfín, Concierto para violonchelo y orquesta sinfónica (2001); Concierto feliz, Obertura para clavecín y orquesta Sinfónica (2002); Capriccio para viola y pianoforte (2002); Bienmesabe, Obertura para ensamble y violín obligato (2002); Suite Avileña, cuatro piezas para guitarra (2002); Gaita Coquito, Obertura para corno francés, grupo gaitero y orquesta sinfónica (2003); Suavecito, Obertura para acordeón y orquesta de cuerdas (2003); Cantata Galaica, para contralto, coro mixto y orquesta sinfónica (2004); Maritzana, Obertura para flauta, piccolo y orquesta sinfónica (2004); Capriccio, para viola y orquesta (2004); Dos virtuosos en cueros, Concierto para dos solistas de tambor y timbaleta, y orquesta sinfónica (2004); Trombosis, Obertura para trombón y orquesta sinfónica (2004); El Bajonazo, Obertura para fagote y orquesta sinfónica (2004); Los dedos febriles de Gabriela, Obertura para piano y orquesta (2004); Trío Catherine para piano, violín y violonchelo (2004); Con amor por Catalina, Concierto para arpa, oboe y orquesta de cuerdas (2004); Cinco misterios paleontológicos, Concierto para acordeón y orquesta de cuerdas (2005); y Fuga con pajarillo, Concierto para flauta, oboe, clarinete, corno y fagote (Versión 2006).






En fecha reciente tuvo lugar una presentación de homenaje con la Orquesta Sinfónica Venezuela, bajo la dirección de Juan Carlos Núñez, fue por decirlo así, un desagravio al maestro Aldemaro Romero, ya que durante varias décadas su música estuvo proscrita en esa orquesta. A los fundadores de la misma, les resultaba incongruente- por no decir desconcertante- que el músico venezolano de mayor proyección internacional, no exhibiera una formación académica y en especial no fuera un discípulo de Vicente Emilio Sojo, creador de la escuela nacionalista. Se ofreció al público en esa ocasión, el Concierto para flauta y orquesta a cargo de Andrés Eloy Rodríguez; Clarinada para clarinete y orquesta, con Alejandro Montes de Oca como solista; y, el Concierto español para guitarra y orquesta, dedicado al guitarrista Luís Quintero, quien fue su intérprete.
También, en esa oportunidad tuvo lugar el estreno mundial del Vals de los Cristales Sonoros, una pieza que constituye la música de fondo para un ballet y es tal vez, junto con el Vals para dos amigos, que es prácticamente un concierto para flauta y guitarra, los únicos valses académicos que conocemos de su autoría. Como compositor de valses, Aldemaro Romero es un creador de inspiración muy tradicional dentro de la más genuina tradición venezolana
Presencia permanente en la música popular.
Aldemaro Romero ha tenido una influencia renovadora y determinante en la música popular venezolana. Con sus arreglos para el LP “Dinner en Caracas”, concebido en la década de los años 50, cambió el lenguaje sonoro de nuestra música y demostró que ésta podía presentarse en una dimensión universal, para obtener de este modo aceptación por parte de las más exigentes audiencias. La maestría de Romero dejaba escuchar en la música venezolana, los tibios goterones del bajo acompañando la nostalgia del vals criollo, la queja doliente del polo margariteño, el olor a montaña fresca del bambuco tachirense y el horizonte infinito en el corrido de los llanos. En pocas palabras, un músico con buena mano y mejor oído para los arreglos musicales.
Más tarde, lanzó una propuesta de ritmo y armonía de constante variación tonal y modal, a la que llamó Onda Nueva. Con ella trasladó elementos de ritmo binario propios del jazz a las cadencias ternarias del joropo. Una forma bella, nueva y válida para la música venezolana.
Como hemos dicho, sus valses criollos están muy afincados en el sentir popular y son de los más bellos que se hayan escrito en nuestro país. En particular hay tres concebidos en un hermoso lenguaje politonal, de hermosas modulaciones e inspiración puramente venezolana: De Conde a principal, Catuche y Dos Golondrinas. Al parecer, son piezas dedicadas a la ciudad de Caracas y se encuentran en un CD de la Orquesta Sinfónica Municipal de Caracas, dirigida por Rodolfo Saglimbeni. Es también digno de mención el Valse con valses viejos, en la interpretación de Guiomar Narváez en su CD “Venezuela Divina”.
La elevación del espíritu.
Hace unos diez años asistí en Copenhagen, capital del Reino de Dinamarca, a la presentación de un Stradivarius, un violonchelo que el viejo constructor de instrumentos musicales había reservado para sí mismo y con el correr de los años había ido a parar a manos de un acaudalado hombre de negocios. Al final, se ofreció al público la posibilidad de escuchar el sonido de un Stradivarius. Se escogió para la ocasión, una obra de la música contemporánea, Golpe y fandango, solo de violonchelo del compositor venezolano Aldemaro Romero. Entonces pensé, este es un músico de provincia, hijo de otro músico que se ganaba la vida tocando en bandas de pueblos, formado por su padre y en forma autodidacta, y cómo ha logrado llegar a tantos sitios, contando solo con la fuerza de su música venezolana. Ahora, pienso lo mismo, con Aldemaro Romero la música venezolana ha cobrado una gran fuerza.


Fuente: Analitica



2 comentarios:

Ruby dijo...

Que hermoso escrito, y tan acertado en su informacion.
Muchas gracias en nombre de mi papa.
Ruby Romero de Issaev

Ruby dijo...

Una belleza de escrito. Ademas de muy acertado en la informacion que provee.
Mil gracias en nombre de mi papa.
Ruby Romero de Issaev